GERMÁN GALLEGOS CRUZ. La Mesa De Las Nauyacas

 

LA CITA IMPOSTERGABLE…

 

 

 

Atento recado a Pepe Gómez, presidente del Grupo Quequi.

 

El plan del día siguiente se trazó con anticipación. Hay que ir a trabajar, dijo Florencio Kantun Kinil, como siempre lo había hecho desde que tuvo la fuerza necesaria para hacerse cargo de sus responsabilidades de hombre. Su origen Maya, rubricado con dos apellidos de esa gloriosa estirpe, le indicaban que debía luchar día con día, para lograr los propósitos. Conocía la historia de sus antepasados, porque escudriñó los libros, encontró detalles valiosos en la narrativa de la gente más antigua del pueblo. Florencio Kantun Kinil, quería transmitir esas historias a los primeros curiosos que llegaron a indagar a los centros ceremoniales de Tulum y Cobá. Hacía falta comunicación en los idiomas de origen de los visitantes, y Florencio decidió aprender esos idiomas extraños para su juventud; pero que alcanzó a dominar con la fluidez de un maestro. Los alemanes, franceses, italianos, ingleses, gringos y españoles, no tenían ningún problema para recabar la información de la historia y la cultura del pueblo maya, a través de Don Florencio Kantun, pero había una anotación en el libro de su vida ‘el infausto día 23 de agosto’.  Un día aparentemente normal, donde habría que levantarse temprano para ir con sus dos hijos: Andy Kantun Aban y Florelí Kantun Aban, (pedazos de su corazón), a recoger a unos turistas a Playa del Carmen, para  llevarlos en un tour a la zona arqueológica de Chichén-Itzá. Eran las 6:30 de la mañana, cuando partieron llenos de contento a cumplir con el compromiso adquirido de guías profesionales. El vehículo de la marca Toyota, sólo alcanzó a rodar siete kilómetros. Por razones que sólo la Divina Providencia podría explicar, se toparon con otro vehículo automotor que circulaba a gran velocidad de norte a sur, y que por la explosión de una llanta perdió el control, invadiendo el carril contrario, provocando un choque frontal y brutal que le arrebató la vida a don Florencio, a Andy, su joven hijo, dejando herida de gravedad a Florelí, la niña trabajadora, que heredó el temple y la generosidad de sus progenitores. Ahora ésta muchachita se debate entre la vida y la muerte por la aparente sinrazón de la propia vida.

 

TULUM CONSTERNADO…

 

¿Dónde encontrar la justificación a tan enorme tragedia? Don Florencio Kantun, hombre de fe, sin adicciones al alcohol, ni al tabaco, caballero de respeto y respetable, se había ganado a pulso el afecto de la gente del pueblo. Cuando nos comunicaron el funesto accidente, no encontramos razones valederas para explicar tamaña desgracia. Hay accidentes diarios, que enlutan hogares, pero que enumerando las causas, siempre tienen  comunes denominadores: Alcohol, droga, imprudencia, cansancio, velocidad inmoderada y ahora «chat telefónico»; pero don Florencio iba con extrema precaución, transportaba a dos tesoros familiares: sus dos amados hijos. Fue verdaderamente horrible la dantesca escena del accidente, pero los minutos y las horas posteriores fueron de inacabables sufrimiento para toda la familia. La tramitología burocrática de la entrega de los cuerpos. En estos casos siempre es espesa la burocracia del Poder Judicial, hasta parece que la lentitud es parte de un protocolo demoníaco.

 

ESCRITO ESTÁ…

 

Cuántas veces oí decir: Te salvas del rayo, pero jamás de la raya. Pareciera la más acabada muestra del fatalismo. Pero alguna verdad encierra este escalofriante axioma: «Te salvas del rayo, pero no de la raya». Un día mi abuelo «Vencho Cruz,» me dijo que a don Clicerio Bernal lo mataron, porque así estaba escrito, (murió como tenía que morir). Quedé perplejo con la aseveración de mi abuelo. Días después me explicó con más calma. Los designios del «Padre eterno» como siempre le llamó a Dios. Son inapelables e impostergables. Me comentó que cada uno de nosotros, los seres humanos, tenemos una libreta donde se da cuenta de lo que somos y de lo que seremos, desde nuestro nacimiento, nuestra trayectoria en la vida y nuestra cita ineludible con la muerte. Me aseguró, que nadie tiene escapatoria cuando llega el día. El día, la hora y las circunstancias, están escritas en nuestra libretita personal. Esa libreta de anotaciones, está en resguardo en algún lugar del cielo, aseguró. La narrativa y las convicciones de mi abuelo, tienen vigencia ahora más que nunca. Quien podría imaginar que Florencio Kantun Kinil, muriera junto a su hijo, de la forma que murió, si no hubiera un designio celestial. Es definitivo; el día de nuestra muerte está escrito y nadie podrá impedirlo, ni cambiarlo. No hay remedio, medicina científica, ni artes de hechicería, que cambie el plazo establecido. Mi abuelo «Vencho Cruz», terminó su plática sobre el tema de la muerte, con una sentencia doctrinal: Procura un buen comportamiento, para rendir buenas cuentas, ante el tribunal de nuestro Padre eterno «sugirió». Me quedaron retumbando sus palabras en mi cerebro. Dicen los cristianos: En 2 Pedro 3:10. ‘Pero el día del Señor vendrá como ladrón, en el cual los cielos pasaran con gran estruendo, y los elementos será destruidos con fuego intenso, y la tierra y las obras que hay en ella serán quemadas’. Quizá esto quiso decir mi sabio abuelo «Vencho».

 

La frase: Así como una jornada bien empleada produce un dulce sueño, así una vida bien usada causa una dulce muerte… Leonardo Da Vinci.

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