GERMAN GALLEGOS CRUZ. La Mesa De Las Nauyacas

Demagogia…

Atento recado a Pepe Gómez, presidente del grupo Quequi.
Manipular el candor, la inocencia o los sentimientos de una sociedad ávida de justicia, es la forma más elaborada de la demagogia. El demagogo busca incentivar las pasiones, los deseos o los miedos de la gente para conseguir el favor popular. Pero hay muchas más acepciones que ilustran al político demagogo. Por ejemplo, utiliza el halago fácil, las falsas promesas que son populares, pero difíciles de cumplir, y otros procedimientos similares para convencer al pueblo y convertirlo en instrumento de la propia ambición política. La demagogia florece en todos los campos de la política, en todas las ideologías. Hay demagogos de izquierda, de derecha, de centro y de ideologías confusas. El propósito es manipular la conciencia popular para lograr la cristalización de proyectos personales. Hemos escuchado discursitos ramplones con rostro de aparente solemnidad, donde se exaltan los valores cívicos, el amor a la Patria, a la familia y a veces hasta a Dios; pero atrás de esa retahíla de mentiras se esconden las torcidas intenciones de manipular los sentimientos de una sociedad que se ha acostumbrado a vivir inmersa en la cultura del engaño. Se ha desarrollado una relación enfermiza entre el gobernante demagogo y gran parte de la sociedad que todo lo cree. Nuestra gente de noble corazón y sensible por herencia, hasta derrama una lágrima cuando el demagogo toca los asuntos de la familia. Hace apología de las virtudes paternas, habla del incondicional amor de la esposa, asegura que los hijos son el motor que impulsa su esfuerzo por los demás. Y el público ingenuo cae de rodillas ante tan sentido discurso. La falsedad es notoria a leguas, cuando nos enteramos que tales valores no existen, por la conducta inmoral que pronto sale a flote en sus desmedidas ambiciones. Si no hubiera falsedad en su palabra, no patrocinaría actos de corrupción e impunidad. Si fuera demócrata, promovería el desarrollo integral de la sociedad que gobierna, lucharía a brazo partido por disminuir la desigualdad social. Pero los casos de engaño están a la vista. ¿Acaso nuestra memoria es tan corta y ya olvidamos las promesas de campaña de Enrique Peña Nieto y sus discursos subsecuentes, donde promovió las reformas estructurales como remedio a todos los males de México? No es posible que nos haya engañado con el cebo de bajar los precios de todos los combustibles y la energía eléctrica. Todos vivimos en carne propia la mentira que afecta, que aniquila a todos, pero particularmente a los que viven o sobreviven con un raquítico salario, a la clase trabajadora, pues. ¿Es o no es demagogo el presidente de la República, que con discursos bien elaborados y bien pronunciados haya convencido a muchos de las bondades de sus fallidas reformas? Muchos repiten refranes que dibujan nuestro carácter blandengue, por ejemplo: La culpa no la tiene el indio… sino el que lo hace compadre; los pueblos tienen el Gobierno que merecen, etc. Quizá dentro de dos meses se nos haya olvidado el enésimo gasolinazo del presidente Peña Nieto, este presidente que nos prometió bajar el precio de los combustibles si aceptábamos apoyar su Reforma Energética. El caso es que seguimos comprando espejitos y gran parte de la población seguirá votando por el partido del presidente, para el próximo proceso electoral. Esta relación gobierno-pueblo mucho se parece a la relación patológica del marido golpeador, que sobaja, que tortura, que golpea, que mata de hambre a su mujer y dicha mujer no tiene el valor de abandonar a su torturador, a su verdugo. ¿Cuánto tiempo vivirá el pueblo de México creyendo en las promesas abundantes sin cumplir? ¿Ya nos volvimos adictos al sufrimiento? ¿Estamos presos en la trampa de un sistema que se niega a ser auténticamente democrático, para decidir en libertad lo que más convenga al pueblo? En un país medianamente democrático, con la mitad de estas mentiras, ya hubieran puesto «patitas a la calle» al demagogo incorregible. Por eso se niega el derecho universal del plebiscito o referéndum, como instrumentos democráticos para aprobar o reprobar constitucionalmente un mandato.

LINCHAMIENTO ANTICIPADO
Casi a ningún medio de comunicación le satisface la probable conformación del gabinete de Carlos Joaquín, desde ya, empezaron los «garrotazos». Si la protesta fuera de buena fe, quizá el gobernador electo se los agradecería. “Carajo, me están ayudando, para no caer en el error de seleccionar gente inconveniente”, diría. Pero no hay por qué pecar de ingenuos, los golpes llevan un propósito claro: Doblegar al futuro gobernador, para conseguir los millonarios convenios que aseguran éxito económico. A estos medios de todos conocidos, les da pavor quedar colgados de la brocha, o, en todo caso, quedar sin cosa alguna como «la magnífica» y correr el riesgo de muerte por inanición. Esa es la razón fundamental del golpeteo… Pero si no doblegaron a este varón, como candidato, ¿lo doblegarán ahora que es gobernador electo? Se vale apostar…
La frase: Debe ser muy grande el placer que proporciona el gobernar, puesto que son tantos los que aspiran a hacerlo… Voltaire.

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