EL BESTIARIO Santiago J. Santamaría

SANTIAGO J. SANTAMARÍA. El Bestiario

EL BESTIARIO
Santiago J. Santamaría

‘The Wall’ de Trump, la alarma de este verano

El candidato republicano estadounidense nos evoca al perturbado rockero Pink del famoso álbum de Pink Floyd, quien alucina con construir un muro para protegerse de los ‘enemigos’ del mundo exterior. Termina derribándolo para huir de su distopía y regresar al mundo real…

El verano no es verano sin su ración de alarmas. Los ladrones de pisos han quedado para los anuncios de alarmas electrónicas. Lo que de verdad nos atemoriza a los ciudadanos y ciudadanas son las amenazas que echan en la tele y nos hacen llegar en las leyendas urbanas de las redes sociales. Un verano fueron unos perros que atacaron a varias personas y sembraron el debate sobre la pertinencia o no de vivir en casa con determinado tipo de animales, cuya convivencia con el ser humano podía derivar en lesiones incompatibles con la vida. Otra temporada estival llegaron las motos de agua para sembrar el terror entre los bañistas, entre ruidos de motor y las carcajadas de los forajidos que las accionaban. Siempre han estado ahí las temperaturas extremas, derivadas ahora del calentamiento global, los incendios pavorosos y los mortales golpes de calor.
Ahora disfrutamos de alarmas sobre fenómenos recientes como el balconing, el botelloning, las medusas y las algas asesinas. Por no hablar de los grandes miedos, los de categoría extra, que siempre eclosionan en verano. Las pandemias de virus transmitido por avispa, mosquito o mono mutante, y las drogas que transforman al consumidor en un caníbal o vampiro-ghoul-zombi. Si ninguna de las anteriores genera la suficiente alarma, es decir, que no dan para reportaje en el telediario y una serie de debates con politólogos, expertos en alguna cosa y famosos, siempre quedará el socorrido asteroide gigante que se espera nos caiga encima por alguna fiesta o ya la definitiva invasión del planeta por parte de una raza extraterrestre. Entremedias, quizá alguna situación chusca en Estados Unidos. Este año, no se habla de otra cosa que del muro que quiere construir para librar a su país de los peligros que le llegan de México, el candidato republicano Donald Trump, quien pudiera ser elegido nuevo presidente estadounidense en apenas 100 días, el próximo 8 de noviembre. Donald Trump y su muro me recuerda a aquel personaje de ficción, Pink, que hiciera popular en el mundo la banda británica de rock, e icono de la cultura del siglo XX, Pink Floyd. “The Wall”(en español: El muro), este disco doble de Pink Floyd, publicado en 1979, primero en el Reino Unido y después en Estados Unidos, nos retrata la vida de una estrella ficticia del rock llamada Pink, basado en las vivencias de Roger Waters, integrante del grupo, convirtiéndolo así en una especie de álter ego antihéroe. Es señalado por la crítica musical como uno de los mejores en la historia del rock”, cuya atmósfera morbosa y depresiva ha inspirado a muchos otros músicos. El miedo es la más poderosa de las emociones, pero cuando se comparte sin un motivo concreto con el resto de las personas, el primitivo y oscuro mecanismo de defensa se vuelve letal, para seguir con el vocabulario apocalíptico de los informativos del entretenimiento. El virus del miedo lleva al pánico colectivo y entonces eso ya no hay quien lo pare.
La propaganda, perdón, los medios de comunicación, se encargan de revisitar cada determinado tiempo la amenaza nuclear, a la que el público había perdido un poco el miedo en favor de otros desastres como el efecto 2000 o el aumento inexplicable del importe de la factura de la luz o los inevitables eternos gasolinazos. Quién sabe si para diciembre estemos preparándonos para “La guerra de las galaxias”, pero la de verdad, la que diseñó Ronald Reagan y puede terminar Donald Trump. Qué especiales informativos vamos a ver.
El síndrome “mural” de Donald Trump se está dejando sentir en nuestra cosmopolita ciudad de Cancún. Este viernes, cuando me dirigía al Fraccionamiento Bahía Azul, desde el Oxxo de la Bonampak, y cuando atravesaba Donceles 28, pude ver como estaban reforzando el muro con cercas más acordes a las calles de Bagdad o Damasco, capitales de Irak o Siria. Me imagino que será para proteger a los “fresas” de las tierras golfista de Puerto Cancún de los “nacos” de las tierras inundadas de nuestra “Venezia”. Los “celedonios” vienen aguantando la burla de un cárcamo inaugurado por las autoridades oficiales en su barrio, años atrás, que sigue sin funcionar y el colapso de las salidas naturales del agua de la lluvia por parte de los innovadores promotores inmobiliarios, muchos de ellos encarcelados y procesados en EU y España.
Por si no bastara con esta “ampliación”, ha sido colocado un cartel en las proximidades donde un avispado comerciante vende nada más y nada menos que cercas de cuchillas afiladas. Menos mal que todavía van sin explosivos yihadistas y sin venenos mortales de nuestras víboras autóctonas. Este verano, no me extrañaría, verle al mismísimo Donald Trump, inaugurando en Donceles 28, uno de los sus mil y un muros con los que quiere dividir el mundo. El mundo festejó la caída del Muro de Berlín aquella noche del jueves 9 al viernes 10 de noviembre de 1989 y lo hace cada vez que se derriban nuevos “The Wall”. Cancún tiene un “Muro de la Vergüenza”.

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