SANTIAGO J. SANTAMARÍA. El Bestiario
EL VOCABLO INGLÉS “COMPROMISO”, EL GRAN AUSENTE EN LA POLÍTICA EN CANCÚN, QUINTANA ROO Y MÉXICO
Una palabra elemental que no existe en español a pesar de tener un significado más amplio que “pactar”: implica un acuerdo en el que cada parte hace concesiones. El concepto envuelve una actitud generosa y práctica frente a la vida…
Hace tres años, el escritor inglés John Carlin, conversaba en El Cairo con una feminista egipcia. Con sus tacones altos, falda blanca ajustada, escote ligeramente visible, rodillas y pelo al aire era un desafío hecho carne al oscuro puritanismo que tanta huella ha dejado en su país y en el resto del mundo musulmán en los últimos años. “Se llamaba Iman Bibars y me viene a la mente hoy no tanto por su exuberante aspecto, sino por algo que me dijo, algo que recordé tras leer la prensa española, en vísperas de las elecciones generales del pasado 20 de diciembre del 2015. Varios artículos trataban sobre la parálisis en la política actual española. Uno contaba los resultados de una encuesta que indicaba que el 61% de los españoles deseaba que los partidos políticos pacten, ojo a la palabra, un Gobierno; otro, más analítico, decía que hace ya cuatro años que los españoles han estado expresando repetida y masivamente su deseo de más negociación y, otra vez esa palabra, pacto…”, rememoraba John Carlin.
En agosto de 2008 publicó el libro “Playing the Enemy: Nelson Mandela and the Game that Made a Nation” (titulado en castellano El factor humano), que se centra en las acciones del presidente Mandela en 1995 durante la Copa Mundial de Rugby que tuvo lugar en Sudáfrica. Para su elaboración se basó en varias entrevistas realizadas entre 2000 y 2007 a destacados personajes de la vida política y deportiva sudafricana, valiéndose además de su trabajo como corresponsal en Sudáfrica para “The Independent”. La obra fue posteriormente llevada al cine, sirviendo como base e inspiración a la película estrenada en 2009 “Invictus”; dirigida por Clint Eastwood y Morgan Freeman interpretando el personaje de Mandela.
Lo que le dijo Iman Bibars, que hablaba inglés como una nativa, fue que le llamaba poderosamente la atención la existencia de una palabra en inglés que en el suyo, el árabe, no tenía traducción. Tampoco tiene traducción en español. “Pues igual la culpa es nuestra”, se excusó Iman. “Igual sí”, le contestó Carlin, pensando, quizás, en los casi 800 años que sus antecesores “moros” habían ocupado tierras hispanas.
La palabra inglesa, verbo y sustantivo a la vez, es “compromiso”. La única palabra en español a cuyo significado se aproxima es, precisamente, “pacto” o “pactar”. Pero no llega. “Compromise” es más sutil, más amplio. Posiblemente ayude a explicar por qué el Gobierno democrático ha funcionado con más eficacia, solidez y longevidad en Reino Unido, Estados Unidos, Australia y Canadá que en España, México, Venezuela o Argentina.
Veamos la definición de “pactar” de la Real Academia Española: “Acordar algo entre dos o más personas o entidades, obligándose mutuamente a su observancia”. Veamos la definición de “compromiso” en el Oxford English Dictionary: “Un acuerdo al que se ha llegado con ambos lados haciendo concesiones”. El hecho de que no exista una palabra con equivalente sentido en español indica que el concepto es ajeno a la cultura hispana, o al menos que no ha llegado a calar en ella. Las razones exactas no las sé pero, pese a no ser un historiador y suicidamente consciente de que se me caiga el mundo académico encima, propondré una tesis parcial.
Del mismo modo que hoy hay grandes variaciones entre la interpretación del islam dependiendo del país en el que se practique, también las hubo durante muchos siglos en Europa occidental respecto a cómo se vivía el catolicismo. Desde la expulsión del último sultán de Granada en enero de 1492 hasta -sí, sí, con matices y con una Guerra Civil de por medio- el final del franquismo, la versión del catolicismo imperante en España se aproximaba más a la versión del islam wahabí oscurantista vista hoy en Arabia Saudí que a las versiones que vemos en Marruecos, Turquía o Indonesia. El cerrado catolicismo español contrastaba con el catolicismo de otros países europeos más abiertos a la influencia de Newton, Darwin o Voltaire. En francés, la palabra “compromis” tiene el mismo sentido que el compromise inglés: “Concession réciproque”, según el diccionario.
A lo que voy es que la larga centralidad de la Iglesia católica ibérica en la vida intelectual y espiritual de los españoles ha dejado como secuela hábitos mentales absolutistas hoy que no admiten el concepto del “compromiso”. Da igual que sean de izquierdas o derechas, proiglesia o anti. Da igual, incluso, que el tema de discusión sea la política, el trabajo o el fútbol. Un aficionado del Manchester United va a estar mucho más dispuesto que uno del Barcelona a reconocer que el equipo de su más antiguo enemigo, el Liverpool o el Real Madrid, juega bien. Se me quedó grabada una conversación que tuve décadas atrás, en plena transición democrática tras la muerte de Franco, con varios compañeros periodistas ‘rupturistas’ opuestos a los denominados ‘Pactos de la Moncloa’, firmados por todas las fuerzas políticas ‘reformistas’… “Siempre quieren pactar. Es que no tienen principios, ¡no tienen principios, joder!”.
No se me pasaría por la cabeza presumir de poseer la fórmula precisa, pero está claro que si los partidos políticos españoles de hoy quieren satisfacer el aparente deseo de la mayoría de los ciudadanos llegando a un acuerdo que logre la formación de un Gobierno, evitando otras elecciones a corto plazo, tendrán que aflojar los principios a los que por historia y por naturaleza tan obstinadamente se aferran y optar por el pragmatismo implícito en esa palabra que no existe en nuestra lengua. Asimilando la saludable filosofía que contiene el concepto “compromiso”, van a tener que ser menos utópicos y más terrenales; menos vanidosos y más flexibles; menos dueños de la verdad y más humildes.
Van a tener que pensar menos como curas, cuyo foco está puesto en el más allá, y más como hijos seculares de Adán y Eva -o de los chimpancés, según la preferencia- condenados a vivir su breve estancia en un mundo en el que cada uno de nosotros es indescifrable (con lo cual, ni hablar de la complejidad del colectivo de una sociedad) y donde, fuera de las matemáticas, no existen verdades eternas, no hay soluciones ideológicas que garanticen el bienestar general. Van a tener que marcar un hito y abrirse todos a la idea, profundamente revolucionaria en el mundo hispano, de que si tú cedes y yo cedo todos podemos salir ganando. Y, de paso, agregar, si pueden, una nueva palabra a la lengua española.
En México, en Quintana Roo y en sus once municipios, incluidos Cancún y Solidaridad, acabamos de protagonizar unas elecciones para elegir al nuevo gobernador, presidentes municipales y diputados locales. Tras el resultado “sorpresa” de la victoria de Carlos Joaquín, reconocida democráticamente por Mauricio Góngora, llegaron a mi Twitter, con más de 12 mil seguidores, @SantiGurtubay, mensajes interesantes sobre lo ocurrido en nuestro estado y en otros escenarios electorales de México. En ellos hay una reivindicación del ejercicio democrático que permite sacar del poder a quienes no han cumplido bien su tarea, mediante el ejercicio del voto en las urnas. Exigen a los nuevos dirigentes políticos una gestión transparente y libre de ‘guerras sucias’. Insisten que tienen que innovarse y dotarse de un talante no lejano al flemático y muy británico “compromiso”…
“La elección del 5 de junio pasado reposicionó a los partidos políticos en la preferencia de los electores”; “También perdieron e hicieron el más espantoso ridículo las empresas encuestadoras”; “Otros perdedores son la intelectualidad sin peso en la opinión pública, las televisoras y diarios nacionales que carecieron de credibilidad”; “Los ‘intelectuales’ mexicanos deben comprender que dada su inutilidad política son innecesarios para la grave hora que vive México”;“Los ‘intelectuales’ mexicanos apenas representan algo para la pequeña parte de la sociedad ‘esnob’ mexicana”;“Son ganadores en general los partidos políticos, como instrumento preferido por los electores, sobre los candidatos independientes”; “El partido que gana es el Partido Acción Nacional, pues solo o en alianza se llevó 7 gubernaturas y 8 mayorías en los congresos”; “A los ‘calderonistas’ les queda la opción de luchar dentro del PAN y perder, o luchar fuera del PAN y … también perder”;“Los calderonistas pierden también, ahora carecen de posibilidad para imponer a Margarita Zavala como candidata”;“Otro partido que gana es el PRD, que aun perdiendo en la Ciudad de México, pierde tan solo por 80 mil votos frente a Morena, casi empate”; “El PRD debe convertirse en el aliado permanente del PAN, también debe democratizarse”;“MFBeltrones debe renunciar de inmediato, al menos para no envilecer más su imagen y dado que ya no aporta nada nuevo a nadie”; “Andrés Manuel @lopezobrador_ debe liberar a Morena para que pueda crear líderes, pues con un solo líder nacional, local y circunstancial”; “También @LopezObrador_ debe jubilar a su tómbola y al dedazo para encauzarse por el camino democrático”; “La democratización del país proviene de la provincia, y cuando ésta se deja a los líderes de la Ciudad de México se deforma y corrompe”; “En México los partidos solo tienen una ideología, el Poder y sus cuantiosos dineros. Eso debe cambiar en todos”; “Lo que nos desilusiona es la farsa antidemocrática y sus ‘guerras sucias’. Y ya estuvo bueno”…
Permítanme que les haga referencia a un chiste o cuento que me hicieron unos amigos periodista de Prensa Latina en La Habana, Cuba, refiriéndose a un radical e inesperado cambio de dirigentes en la extinta Unión Soviética y a la tozudez de los ‘bolos’ -así les llaman los cubanos a los rusos-… “Un militante comunista llega a la Plaza Roja de Moscú y se encuentra con el exsecretario general del Partido Comunista de la capital, de igual nombre que el cineasta del realismo soviético y director de ‘El acorazado Pontemkin’ y ‘Thunderover México’ (Trueno sobre México), Serguéi Eisenstein. Le llama la atención que el camarada Eisenstein esté, con una escoba vieja, barriendo la zona colindante al edificio donde reposa la momia de Lenin. ¿Qué le ha pasado?, le pregunta. El exdirigente admite que tuvo graves‘equivocaciones’ en tiempos de cambios estructurales. “Muerto José Stalin, vinieron a mi despacho y colocaron otro retrato junto al suyo, esta vez de Nikita Jrushchov. No habían transcurrido ni cinco minutos, cuando entró otro compañero y mirando fijamente a las imágenes de Stalin y Jrushchov, me preguntó: ¿Qué hace la foto de ese hijo puta en este despacho? Yo le respondí, sorprendido: ¿Cuál de los dos? Esa misma tarde me trasladaron a Siberia…”.
No desentonaría en los despachos de nuestros dirigentes quintanarroenses, enmarcada, una cita del politólogo alemán Max Weber,uno de los fundadores del estudio moderno de la sociología y la administración pública: “El político debe tener: amor apasionado por su causa; ética de su responsabilidad; mesura en sus actuaciones”. “Compromise” es la clave.
@SantiGurtubay