A nadie llamen padre, pues todos somos hermanos

1.- “No dejen que los llamen maestros”.

Se acaba de celebrar en Roma el Sínodo sobre la Sinodalidad, en el cual se ha subrayado la corresponsabilidad semejante que tenemos todos los bautizados en la misión evangelizadora de la Iglesia. Muchos laicos participaron en este Sínodo con voz y voto al mismo nivel que Obispos y Cardenales. Muchos laicos hombres y mujeres están invitados a participar y colaborar en las decisiones y conducción de la vida de la Iglesia. El Evangelio de hoy nos viene a ilustrar esa fraternidad e igualdad de todos los miembros de la Iglesia llamados a escucharnos, a dialogar, a aportar todos por parejo nuestras sugerencias, para renovar y revitalizar la misión de la Iglesia. Sin olvidar que los más importante es orar y escuchar la voz del Espíritu Santo para saber lo que quiere de su Iglesia. En los tiempos de Jesucristo se había desvirtuado el papel de maestro, enseñar implicaba, entre otras cosas, ponerse por encima de los demás, como el que enseñaba siempre y como quien tenía la razón en todo; olvidándose que enseñar implicaba la disponibilidad para enseñar, combinada con la apertura para aprender de los demás, junto con la responsabilidad de tratarnos dignamente. Con el Sínodo de la Sinodalidad, la Iglesia quiere superar toda sombra de clericalismo y autoritarismo de parte de los Presbíteros responsables del gobierno y de la enseñanza de la Iglesia.

2.- «A ningún hombre llamen padre”.

 

“A ningún hombre llamen padre, porque todos ustedes son hermanos”. En una sociedad patriarcal el padre era el jefe absoluto de su familia, cuya autoridad era indiscutible, sus decisiones eran inapelables y su comportamiento no era criticable. Hoy Cristo nos invita a que a nadie le den el lugar que solo puede ocupar el Padre celestial. El hecho de que todos seamos hijos, además de reafirmar el principio anterior de que todos somos hermanos, supone que nadie puede adjudicarse un lugar como si fuera Dios, ni en el ámbito político, ni en el religioso, tampoco en el familiar; Cristo nos invita a crear una iglesia sin paternalismos, ni clericalismos, ni autoritarismos. El paternalismo tarde o temprano genera personas eternamente infantiles y permanentemente manipulables.

 

3.- “No se dejen llamar guías

 

En este último comportamiento, Jesús responsabiliza directamente a sus seguidores; no deben permitir que se les llame “guías”, porque Cristo es el único guía; es decir, ellos son como los demás miembros de la comunidad, seguidores de Jesús y, en todo caso, sus servidores, no son patrones que exigen regalías, mucho menos amos que piden servilismo. El único Guía, el único Maestro, el único Señor y el único Salvador es Jesucristo Camino, Verdad y Vida. En el Evangelio vemos que Jesucristo enseña como quien tiene autoridad porque vive lo que enseña, no como los fariseos que dicen pero no hacen, que imponen cargas pesadas pero ellos no los mueven ni con un dedo. La autoridad de Jesucristo como maestro quedo refrendada y sellada con su resurrección. Jesucristo posee una autoridad única como Hijo de Dios hecho hombre, crucificado y resucitado en virtud de la misión recibida del Padre y en la potencia del Espíritu Santo que tiene el objetivo de donar la revelación a toda la humanidad y a cada hombre. Así sea.

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