“¡No pasarán!”, España frena a la extrema derecha

El revés de Vox, la decepción del PP, las lecciones del 23-J impactan en el dilema estratégico de los conservadores de la Unión Europea y sus posiciones radicales

ELBESTIARIO

SANTIAGO J. SANTAMARÍA GURTUBAY

“¡No pasarán!” en español, “Ez dira pasako!” en vasco, “¡No passaran!” en catalán, “Non pasar!” en gallego, “Ils ne passeront pas!” en francés, “They shall not pass” en inglés… es el lema usado para expresar la determinación de defender una posición contra el enemigo. La primera referencia a su uso conocida se encuentra en la batalla de Verdún en la Primera Guerra Mundial por el general francés Robert Nivelle, aunque hay quien se la atribuye a su comandante, Philippe Pétain. Más tarde, durante la Guerra Civil (1936–39), fue usado por la República española en el asedio de Madrid, en la famosa forma “¡No pasarán!”, que empleó Dolores Ibárruri la Pasionaria –una de las fundadoras del Partido Comunista de España– en un discurso. Después en la Segunda Guerra Mundial, el famoso cartel y su frase, en español, serían también utilizados en los frentes aliados. Las elecciones legislativas celebradas el domingo 23 de julio en España —con el revés sufrido por Vox y su líder Santiago Abascal, y la insuficiente victoria de los populares de Alberto Núñez Feijóo— han arrojado un resultado que altera una clara tendencia de auge de la ultraderecha y de triunfal acceso al poder de las formaciones conservadoras registrada en Europa en los últimos meses.

El resultado tiene claras repercusiones en el tablero europeo, no solo, por supuesto, en términos de poder puro, por sumar o no en el flanco derecho una capital del peso de Madrid, sino también por el impacto en los dilemas estratégicos de las distintas derechas europeas en una etapa marcada por muchas elecciones importantes. El vendaval causado el fin de semana por el líder de la CDU alemana con su amago de romper parcialmente el cordón sanitario, que posteriormente rectificó, encarna la profundidad del debate. El resultado español se desmarca de una tendencia fuerte: en abril de 2022, Viktor Orbán revalidó su mandato con una demoledora victoria en Hungría; septiembre de ese año alumbró el éxito de Hermanos de Italia (26%, liderazgo del Gobierno) y de los Demócratas Suecos (20%, apoyo externo decisivo); en abril de este año, la ultraderecha finlandesa logró otro 20% y entró después en el Gobierno; en junio, las legislativas griegas confirmaron en el poder, en solitario, a los populares locales, pero tres formaciones ultras lograron entrar en el Congreso. En Portugal, la ultraderecha de Chega obtuvo un resultado inferior a Vox en las legislativas de enero —un 7%— pero el dato fue una gran mejora con respecto al anterior. En Alemania, AfD está disparada en los sondeos. Por el contrario, en España Vox retrocedió —de forma moderada en porcentaje (de 15,1% a 12,4%), de forma muy marcada en escaños (de 52 a 33)—, y el PP avanzó, pero de una forma que parece insuficiente para gobernar.

La repercusión en términos de poder es obvia. Sumar España a los Gobiernos con distintas tonalidades de derecha con sabor nacionalista al mando, como Italia, Polonia, Hungría, República Checa, Suecia o Finlandia, habría tenido un alto peso político, especialmente con vistas a las elecciones europeas de junio de 2024 y el consiguiente cambio de la cúpula europea. Pero no debe subestimarse el mero impacto político, las lecciones que los distintos actores en el arco conservador extraerán en las próximas semanas del resultado español en medio del gran debate entre los populares acerca de si cooperar o no con los ultras, y hasta qué punto. Por supuesto, cada escenario nacional tiene sus peculiaridades. En el caso de Vox, en su génesis se halla un hecho diferencial absoluto: la reacción al independentismo catalán. Esto marca un rasgo específico en su evolución que no se puede proyectar a otros casos. Pero ello no impide que la ultraderecha española, y la derecha popular en su relación con ella, comparta muchas cosas con los demás países, y sus vicisitudes hablen a los demás.

Uno de los elementos principales de reflexión gira alrededor de las características especialmente extremas de Vox, incluso dentro de la familia ultra europea, y el efecto movilizador que semejante extremismo produce en el bando contrario, sobre todo si recibe el abrazo de los populares. “Vox es un partido más joven, menos maduro que otros de su familia en Europa”, comenta Alberto Alemanno, profesor Jean Monnet de Derecho y Políticas Europeas de la Escuela de Estudios Superiores de Comercio de París. “Una de sus principales estrategias para cosechar apoyos es salir de la corrección política que se autoimpusieron hace tiempo los partidos dominantes. Vox dice cosas que todavía muchas personas piensan, pero que no se atreven a decir. España ha pasado de ser un país muy conservador a otro muy liberal, progresista. Vox ha pensado que había ahí un terreno fértil. Pero este resultado cuestiona su radicalismo”, apunta el experto.

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