Leonardo Da Vinci y la ‘nouvelle cuisine’
- Plasmó su obsesión por esta corriente, utilizando animales silvestres en ‘La última cena’, tras ser castigado a pintar por Ludovico Sforza…
El Bestiario
Santiago J. Santamaría Gurtubay
Además de ser uno de los pintores más importantes del Renacimiento, inventó utensilios gastronómicos y creó una especie de manual para saber cómo comportarse en la mesa. Nacido en la ciudad italiana de Florencia, este notable anatomista, arquitecto, artista, botánico, científico, escritor, escultor, filósofo, ingeniero, inventor, músico, poeta, urbanista y pintor, además de su marcada influencia en las artes plásticas también alcanzó a convertirse en un exponente culinario. A su muerte, fueron encontrados varios escritos, ‘Apuntes de Cocina y los Pensamientos, Misceláneas y Fábulas’, en donde además de descubrir que fue el creador de la tapa de las ollas y del tenedor, conocemos una serie de guía para aprender a comportarse en la mesa con modales, algunos un tanto exagerados, y otros que siguen siendo actuales… A Leonardo no le gustaba demasiado pintar. Sus mecenas, como Ludovico Sforza, gobernador de Milán, Italia, lo sabían y cuando algunos de sus inventos salían mal le ‘mortificaban’ mandándole a un monasterio o a un castillo con sus lienzos y óleos…
Leonardo da Vinci (Vinci, 15 de abril de 14522-Amboise, 2 de mayo de 1519) fue un polímata florentino del Renacimiento italiano. Fue a la vez pintor, anatomista, arquitecto, paleontólogo, artista, botánico, científico, escritor, escultor, filósofo, ingeniero, inventor, músico, poeta y urbanista. Murió acompañado de Francesco Melzi, a quien legó sus proyectos, diseños y pinturas. Tras pasar su infancia en su ciudad natal, Leonardo estudió con el pintor florentino Andrea de Verrocchio. Sus primeros trabajos de importancia fueron creados en Milán al servicio del duque Ludovico Sforza. Trabajó a continuación en Roma, Bolonia y Venecia, y pasó los últimos años de su vida en Francia, por invitación del rey Francisco I. Frecuentemente descrito como un arquetipo y símbolo del hombre del Renacimiento, genio universal, además de filósofo humanista cuya curiosidad infinita solo puede ser equiparable a su capacidad inventiva, Leonardo da Vinci es considerado uno de los más grandes pintores de todos los tiempos y, probablemente, es la persona con el mayor número de talentos en múltiples disciplinas que jamás ha existido. Como ingeniero e inventor, Leonardo desarrolló ideas muy adelantadas a su tiempo, tales como el helicóptero, el carro de combate, el submarino y el automóvil. Muy pocos de sus proyectos llegaron a construirse (entre ellos la máquina para medir el límite elástico de un cable), puesto que la mayoría no eran realizables durante esa época. Como científico, Leonardo hizo progresar mucho el conocimiento en las áreas de anatomía, la ingeniería civil, la óptica y la hidrodinámica. Su asociación histórica más famosa es la pintura. Dos de sus obras más conocidas, La Gioconda y La Última Cena, copiadas y parodiadas en varias ocasiones, al igual que su dibujo del Hombre de Vitruvio, que llegaría a ser retomado en numerosos trabajos derivados. No obstante, únicamente se conocen alrededor de 20 obras suyas, debido principalmente a sus constantes (y a veces desastrosos) experimentos con nuevas técnicas y a su inconstancia crónica. Este reducido número de creaciones, junto con sus cuadernos con dibujos, diagramas científicos y reflexiones sobre la naturaleza de la pintura, constituyen un legado para las sucesivas generaciones de artistas.
En marzo de 1499, Leonardo trabajó como arquitecto e ingeniero militar para los venecianos que querían construir protecciones en su ciudad. Por este motivo, elaboró sistemas para defender la ciudad de un posible ataque naval de los turcos y, entre sus propuestas, destaca la invención de un tipo de escafandra submarina con un casco rudimentario. Los turcos no atacaron y el invento nunca fue utilizado. A finales de abril, volvió a Florencia y allí, después de hacer un estudio sobre los cursos de agua en el Friuli, propuso un sistema de esclusas para hacer posible el levantamiento del curso del río Isonzo y así poder inundar toda una región que cubría las cercanías de Venecia. Regresó a Venecia en abril de 1500 para permanecer ahí durante un par de meses después de haber estado en Mantua en compañía del fraile matemático Luca Pacioli. En 1502, fue solicitado por el príncipe César Borgia, duque de Valentinois e hijo del papa Alejandro VI, y obtuvo el cargo de “capitán e ingeniero general”. Se quedó en las Marcas y en la Emilia-Romaña para inspeccionar las fortalezas y los territorios recientemente conquistados, llenando sus cuadernos de múltiples observaciones, cartas, croquis de trabajo y copias de obras consultadas en las bibliotecas de las ciudades que él visitaba. Allí se reencontró con Nicolás Maquiavelo, ‘espía’ de Florencia al servicio de los Borgia…
El descubrir los otros descubrimientos de un descubridor como fue Leonardo da Vinci lo hice hace muchos años en un restaurante especializado en merluza en salsa verde, con almejas, kokotxas – parte inferior de la barbilla del pescado- y espárragos, “Larrañaga”, en la calle de Bidebarrieta, en Eibar, Gipuzcoa, País Vasco, en el norte de España. Era un 25 de julio. Celebrábamos dos parejas mi treinta cumpleaños. Mi compañera Isabel Aldalur y nuestros amigos Pablo Gallastegui y su inseparable Marta. Pablo era el médico psiquiatra responsable del Centro de Salud Mental de la ciudad. Éste y su esposa me regalaron un par de libros, uno sobre el ‘desasosiego’ del lisboeta Fernando Pessoa y otro titulado “Notas de cocina de Leonardo da Vinci”. Estas obras me acompañaron en mi ‘desembarco’ en el Caribe, a principios de los noventa.
‘El libro del desasosiego’ me ayudó a ver las cosas que pasaban a mi alrededor de una manera más apacible, relativa, sosegada, relegando el apasionamiento a un papel secundario, aprendiendo el que no debe dejar de tener ambiciones, pero estas nunca pueden ser desproporcionadas, pues terminan haciéndonos sus esclavos… Recuerdo un preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj, de Julio Cortázar, el escritor argentino del que celebramos el centenario de su nacimiento este todavía no lejano 2014. “Cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj…”.
El comportamiento del hombre deja de ser, si es que antes lo era, de introspección, para volcarse a la exterioridad. El temor de la pérdida de los objetos no es sino el miedo del extravío de uno mismo. El hombre definido por sus posesiones es uno que cultiva más que nunca la envidia y el terror, la paranoia y la obsesión, la ilusión de ser lo que no se es, sino lo que se tiene, pero puede perderse… Fernando Pessoa es uno de los mayores poetas y escritores de la lengua portuguesa y de la literatura europea. Tuvo una vida discreta, centrada en el periodismo, la publicidad, el comercio y, principalmente, la literatura, en la que se desdobló en varias personalidades conocidas como heterónimos. A través de los heterónimos Pessoa encauzó una profunda reflexión sobre la relación entre verdad, existencia e identidad. Este último factor tiene una gran importancia en la famosa naturaleza misteriosa del poeta: “Com uma tal falta de gente coexistível, como há hoje, ¿que pode um homem de sensibilidade fazer senão inventar os seus amigos, ou quando menos, os seus companheiros de espírito? (Con una falta tal de gente con la que coexistir, como hay hoy, ¿qué puede un hombre de sensibilidad hacer, sino inventar sus amigos, o cuando menos, sus compañeros de espíritu?).
‘Las notas de cocina de Leonardo da Vinci’, me reafirmaron mi amor por las cocinas vasca, española, marroquí, cubana, yucateca… Entiendo al florentino quien anteponía sus gustos gastronómicos a los pictóricos, en demasiadas ocasiones. Cuando algunos de sus proyectos no gustaban a su mecenas, Ludovico Sforza, gobernador de Milán, éste le castigaba encerrándole en uno de sus castillos, obligándole a pintar. Leonardo da Vinci prefería la cocina, los banquetes y sus protocolos…, a los pinceles. Éstos son “hábitos indecorosos que un invitado a la mesa de mi señor no debe cultivar (y baso esta relación en mis observaciones de aquellos que frecuentaron la mesa de mi señor durante el pasado año)”, recalcaba Leonardo Da Vinci, en sus apuntes…
}“Ningún invitado ha de sentarse sobre la mesa, ni de espaldas a la mesa, ni sobre el regazo de cualquier otro invitado. Tampoco ha de poner la pierna sobre la mesa. Tampoco ha de sentarse bajo la mesa en ningún momento. No debe poner la cabeza sobre el plato para comer. No ha de tomar comida del plato de su vecino de mesa a menos que antes haya pedido su consentimiento. No ha de poner trozos de su propia comida de aspecto desagradable o a medio masticar sobre el plato de sus vecinos sin antes preguntárselo. No ha de enjugar su cuchillo en las vestiduras de su vecino de mesa. Ni utilizar su cuchillo para hacer dibujos sobre la mesa. No ha de limpiar su armadura en la mesa. No ha de tomar la comida de la mesa y ponerlo en su bolso o faltriquera para comerla más tarde. No ha de morder la fruta de la fuente de frutas y después retornar la fruta mordida a esa misma fuente. No ha de escupir frente a él. Ni tampoco de lado. No ha de pellizcar ni golpear a su vecino de mesa. No ha de hacer ruidos de bufidos ni se permitirá dar codazos. No ha de poner los ojos en blanco ni poner caras horribles. No ha de poner el dedo en la nariz o en la oreja mientras está conversando. No ha de hacer figuras modeladas, ni prender fuegos, ni adiestrarse en hacer nudos en la mesa (a menos que mi señor así se lo pida).
No ha de dejar sueltas sus aves en la mesa. Ni tampoco serpientes ni escarabajos. No ha de tocar el laúd o cualquier otro instrumento que pueda ir en perjuicio de su vecino de mesa (a menos que mi señor así se lo requiera). No ha de cantar, ni hacer discursos, ni vociferar improperios ni tampoco proponer acertijos obscenos si está sentado junto a una dama. No ha de conspirar en la mesa (a menos que lo haga con mi señor). No ha de hacer insinuaciones impúdicas a los pajes de mi señor ni juguetear con sus cuerpos. Tampoco ha de prender fuego a su compañero mientras permanezca en la mesa. No ha de golpear a los sirvientes (a menos que sea en defensa propia).Y si ha de vomitar, entonces debe abandonar la mesa”. Se ganó la incomprensión de sus contemporáneos, especialmente por su estilo moderno y renovador, que en la cocina no caló como él esperaba. Me suena la historia en pleno siglo XXI.
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