Misión Evangélica: «El grave pecado de muerte”

Si alguno ve que su hermano en Cristo está cometiendo un pecado que no lo lleva a la muerte eterna, debe orar por su hermano y Dios le dará vida a su hermano. Digo un pecado que no lleva a la muerte eterna, porque hay un pecado que lleva a la muerte eterna, en ese caso yo no digo que se ore. Cualquier tipo de injusticia es pecado, pero hay pecados que no llevan a la muerte eterna. 1 Juan 5:16-17

 El “pecado de muerte eterna” es un pecado deliberado, consciente, continuo, y falto de arrepentimiento. Dios corrige a sus hijos cuando pecan. «Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo» (Hebreos 12:6), y sabemos que el Señor perdonará cualquier pecado que el cristiano confiese (1 Juan 1:8). Pero el pecado que el Señor no perdonará, el “pecado de muerte eterna”.

Llega un momento en que Dios ya no puede permitir que un supuesto creyente continúe en pecado sin arrepentirse, cuando se llega a ese punto, Dios puede decidir quitarle la vida o dejarlo que se pierda en las tinieblas de la maldad, alejándose de la comunidad de fe. Por eso, este “pecado de muerte eterna” es una disposición del corazón, una perversa actitud y una indisposición de mente que no reconoce el pecado personal y que rechaza dejarlo. Esta actitud cierra eficazmente la puerta del cielo.

Nosotros podemos acercarnos con confianza al Padre en oración, pidiendo cualquier cosa según su voluntad (1 Juan 5:14-15). Pero orar a Dios para que perdone a alguien que no se arrepiente y confiese su error es pedir a Dios que haga algo en contra de su propia voluntad. No podemos orar para que Dios perdone a un hermano impenitente, es como pedir que Dios perdone a un incrédulo que no siente nada al pecar y menos quiere arrepentirse.

Si el pecado cometido es público, entonces se debe admitir el pecado públicamente, confesándolo y procurando resarcir el daño.

Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho (Santiago 5:16).

Los creyentes podemos caer en diversos pecados, pero la obra del Espíritu Santo nos hará sentir pesar, dolor e infelicidad, no estaremos bien hasta confesar nuestro pecado a Dios y pedir perdón a quien ofendimos, procurando restablecer el daño ocasionado. No podemos tomar a la ligera una salvación tan grande que se compró no con oro o plata sino con la sangre de nuestro amado Salvador Jesucristo.

Cuidemos nuestro andar amigos y hermanos del camino, del buen camino de Dios. Pbro. Carlos César González cruz.

No hay comentarios