¿Arden Canadá y Estados Unidos?
- Los muertos por la ola de calor, con temperaturas históricas de casi 50 grados, se cuentan por centenares. La pandemia de coronavirus ha sacudido nuestra sensación de ser invulnerables, apostándose por la ‘descarbonización’…
EL BESTIARIO
Por Santiago J. Santamaría Gurtubay
Antes del último domingo de junio del 2021, las temperaturas en Canadá y en Estados Unidos nunca habían pasado de los 45°C. Decenas de personas, que se cuentan ya por cientos, según datos de la BBC News, han muerto en medio de una ola de calor sin precedentes que está batiendo récords de temperatura. Este pasado martes, los termómetros alcanzaron los 49,5°C en el pueblo de Lytton, ubicado en la provincia de Columbia Británica, por tercer día consecutivo. Las consecuencias han sido nefastas: desde el viernes, la policía de la ciudad portuaria de Vancouver ha tenido que atender a más de 130 muertes repentinas. La mayoría eran ancianos o tenían problemas de salud, y el calor fue un factor determinante. El fenómeno ha traspasado las fronteras canadienses. El noroeste de Estados Unidos también ha registrado máximos históricos y víctimas fatales. La causa de esta ola corresponde a un ‘domo de calor’ de aire caliente estático a alta presión (que actúa como la tapa de una olla) que se extiende desde California hasta los territorios árticos. Las temperaturas son más bajas en las zonas costeras, pero las regiones del interior tienen poco respiro.
Otras partes del hemisferio norte también experimentan condiciones excepcionales de principios de verano, entre ellas el norte de África, la península Arábiga, Europa oriental, Irán y el subcontinente indio noroccidental, según los datos de la Organización Meteorológica Mundial. En esas zonas, las temperaturas diarias superaron los 45°C y alcanzaron más de 50°C en el Sahara. Rusia occidental y las áreas que circundan el mar Caspio también han experimentado temperaturas inusualmente altas como resultado de una gran área de alta presión. En la región de Moscú, la OMM estima que el calor alcanzará los 30°C durante el día y se mantendrá por encima de los 20°C por la noche, mientras que las áreas más cercanas al Mar Caspio tendrían temperaturas de unos 40°C con más de 25°C en la noche. De acuerdo con la Organización Meteorológica Mundial, es probable que se establezcan algunos récords también en esa zona del planeta durante esta ola de calor. Petteri Taalas el secretario general de ese organismo de la ONU, informó que, según el documento ‘Global Annual to Decadal Climate Update’, las estadísticas marcan que es un 90% probable que en el periodo 2021-2025 se observe el año más cálido en la historia registrada. Aunque estas previsiones se basan en los nuevos datos recopilados por la OMM, el secretario general de ese organismo de la ONU afirmó que “no se trata de meras estadísticas”. “El estudio muestra que el planeta se acerca de forma inexorable al objetivo menos ambicioso del Acuerdo de París sobre el Cambio Climático mucho antes del plazo fijado. El Acuerdo de París busca mantener el aumento de la temperatura mundial en este siglo muy por debajo de 2 °C con respecto a los niveles preindustriales, tratando de limitarlo a 1,5 °C”. “Es una nueva llamada de atención sobre la necesidad de acelerar la adopción de compromisos mundiales para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y lograr la neutralidad en carbono”, enfatizó Taalas.
El responsable de esta agencia de la ONU detalló que el aumento de las temperaturas “significa más deshielo, subida del nivel del mar y más olas de calor y fenómenos meteorológicos extremos, al igual que mayores repercusiones en la seguridad alimentaria, la salud, el medioambiente y el desarrollo sostenible”. El experto señaló que en la actualidad, los avances tecnológicos permiten rastrear las emisiones de gases de efecto invernadero hasta sus fuentes, lo que facilita el diseño e implementación de medidas para reducirlas. El documento también alerta de que, en el mismo lustro 2021-2025, las regiones de latitudes altas y el Sahel recibirían más precipitaciones y habría más ciclones tropicales en el Atlántico que en el pasado reciente. Otras predicciones apuntan a que el Ártico se caliente más del doble que la media mundial en 2021 respecto al pasado reciente. Del mismo modo, el suroeste de América del Norte experimentaría condiciones más secas durante el año en curso. La OMM destacó la necesidad de trabajar en favor de la adaptación climática y recomendó a los países que continúen creando servicios indispensables para esa adaptación en sectores como la salud, el agua, la agricultura y las energías renovables. Asimismo, instó a las naciones a promover sistemas de alerta temprana que reduzcan las consecuencias negativas de los fenómenos extremos. Actualmente, sólo la mitad de los 193 Estados miembros de la OMM cuenta con ellos y hay una carencia grave de datos meteorológicos, sobre todo en África y en los Estado insulares, lo que mina la exactitud de las alertas.
El Boletín sobre el Clima se elabora cada año con datos de todo el mundo y con los sistemas de predicción de los centros climáticos más avanzados para que los Estados cuenten con información actualizada y científica en la toma de decisiones y elaboración de políticas. La población más vulnerable, como estas personas desplazadas en Sudán del Sur, es la que más sufre los efectos del cambio climático. La publicación recordó que en 2020, uno de los tres años más cálidos que se han registrado, la temperatura media mundial se situó 1,2 °C por encima de los niveles preindustriales de referencia y que se documentó el deterioro acelerado de los indicadores del cambio climático, como la subida del nivel del mar, la fusión de los hielos marinos y los fenómenos meteorológicos extremos, con las graves repercusiones que estos fenómenos tienen en el desarrollo socioeconómico. Lamentablemente, los nuevos datos confirman esa tendencia.
Los líderes del G7 respaldaron este domingo, este pasado mes de junio, nuevos objetivos medioambientales y de reducción de emisiones para frenar el cambio climático, en la clausura de una cumbre de tres días con sede en Cornualles, Reino Unido. Los jefes de Estado y de gobierno de Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y el Reino Unido, que celebran su primera cumbre en persona en casi dos años debido a la pandemia, acordarán proteger el 30% de la tierra y los océanos para el final de esta década. Este ‘Pacto por la Naturaleza’, destinado a detener y revertir la pérdida de biodiversidad, también les comprometerá a reducir casi a la mitad sus emisiones de carbono para 2030. Lo anterior incluye la obligación de utilizar únicamente, “lo antes posible”, el llamado carbón limpio para la producción de energía, el fin de las ayudas gubernamentales a los combustibles fósiles en el extranjero y la eliminación progresiva de automóviles de gasolina y diésel. La canciller alemana, Angela Merkel, celebró los resultados de la cumbre del Grupo de los Siete (G7) sobre el cambio climático como un “fuerte compromiso”, a pesar de que los países ricos industrializados no pudieron no pudieron acordar una fecha para la eliminación del carbón. “Otros no han podido determinar aún sus planes hasta ese punto”, dijo Merkel, añadiendo que Alemania no era la causa de la desunión. “Pero creo que el compromiso de la protección del clima, el objetivo de 1,5 grados objetivo, y el Acuerdo de París por parte de todos los países del G7: Eso es un fuerte compromiso en sí mismo”, dijo. Asimismo, el G7 acordó aumentar sus contribuciones financieras y cumplir con una promesa de gasto de 100.000 millones de dólares al año para ayudar a los países más pobres, haciendo un llamado a los países desarrollados para que se unan al esfuerzo. A través de una copia del comunicado conjunto tras una reunión de fin de semana de las siete mayores economías avanzadas del mundo, el G7 dijo: “Reafirmamos el objetivo colectivo de los países desarrollados de movilizar conjuntamente 100.000 millones de dólares al año de fuentes públicas y privadas hasta 2025, en el contexto de acciones de mitigación significativas y la transparencia en su aplicación”.
La llegada a la Casa Blanca del demócrata Joe Biden dio “un nuevo impulso” a las discusiones en el marco del G7 tras los desacuerdos que marcaron el mandato del republicano Donald Trump, consideró la canciller alemana Angela Merkel. “No es que el mundo haya dejado de tener problemas por la elección de Joe Biden como presidente de Estados Unidos. Pero trabajamos en soluciones a esos problemas con un nuevo impulso. Y creo que es muy bueno que hayamos concretado más en este G7”, afirmó Merkel en rueda de prensa en el último día de la Cumbre. “En Europa, hemos avanzado bastante”, aseguró la dirigente, recordando el compromiso de los Estados del bloque para conseguir la neutralidad climática en 2050, quizá en velada referencia a Estados Unidos, que no ratificó el acuerdo. La dirigente dela Unión Europea, considera “dramática” la situación de la biodiversidad, hizo estas declaraciones en su videopodcast semanal con motivo del Día Mundial del Medio Ambiente y un día después de que se abriera en Bonn, y hasta el 17 de junio, una conferencia para preparar la COP26 de Glasgow, del 1 al 12 de noviembre, en la que participan miembros de la convención del clima de Naciones Unidas. “El Acuerdo de París nos muestra el camino para limitar el calentamiento climático a un nivel tolerable”, explicó Merkel ataviada con una chaqueta verde. Para ella, la cumbre del clima que se celebrará en Glasgow tiene que dar “totalmente un nuevo impulso a las medidas concretas”. “Hasta un millón de especies están amenazadas de extinción, gran parte de ellas en las próximas décadas. Tenemos que poner fin urgentemente a esta evolución”, recalcó. Para mejorar la situación, la canciller destacó la decisión que, a partir de julio, muchos productos de un solo uso, como las pajitas para beber, no podrán fabricarse más en la Unión Europea. “Dejar de utilizarlas es fácil y será un gran alivio para nuestro medioambiente”, estimó. La lucha contra la basura plástica es “uno de los temas medioambientales más importantes del mundo”.
El mundo se hunde en el plástico. ¿Y qué haces tú? ¿Tiene que ser todo con plástico? ¿Cuánto plástico consumes? No, cada vez más gente piensa igual. Las empresas están respondiendo: McDonald’s y Starbucks han anunciado que pronto reemplazarán sus pajillas de plástico por modelos más sostenibles. También los envases y las tazas ‘to go’ ecológicos están de moda. Pero: ¡se puede más! Aquí algunos consejos… Pereza versus sostenibilidad. En la década de 1970, el comer ‘to go’ se puso de moda. La idea se extendió desde Estados Unidos como un reguero de pólvora. Conseguir algo rápido para llevar o que traigan a casa para cenar cómodamente en el sofá es siempre un buen plan. Eso, sin embargo, olvidaba toda la basura plástica generada. Consejo: es mejor comer o cocinar con amigos que buscar servicios de entrega por toda la ciudad. Poliéster, nylon y poliacrílico. Las partículas microplásticas llegan desde nuestra lavandería a los sistemas de alcantarillado y, así, a las tuberías de agua de la ciudad. La ropa deportiva en particular contiene poliéster, nylon y otras fibras artificiales, pero estas también se encuentran en ropa de uso diario. Comprar ropa producida de manera sostenible es posible sólo para pocas personas. Pero hay alternativas para todos. Acabar con los microdesechos. Una empresa de Berlín ha desarrollado el ‘Guppyfriend’. Una bolsa de lavado para todo lo que contenga fibras artificiales como poliéster y otros. La bolsa filtra supuestamente las pequeñas partículas de la ropa y atrapa las que se disuelven en el agua. Los restos pueden ser retirados a mano y arrojados a la basura, según la empresa. Cepillarse los dientes de forma ecológica. Hablando de higiene: los dentistas recomiendan que cambiemos nuestro cepillo de dientes cada tres meses. Esto es correcto, pero este ciclo también genera muchos residuos plásticos. Así que la próxima vez, no busque el cepillo de dientes de plástico en la farmacia, compre un cepillo de madera o de bambú con cerdas naturales. De este modo, ¡cepillarse los dientes será doblemente bueno!
Pequeño, pero contaminante. Una vida útil aún más corta que la de los cepillos de dientes probablemente tengan los hisopos. Terminan en la basura primero y luego en el mar. Consejo: ya hay hisopos de algodón con asas de papel. Esta es definitivamente la solución más ecológica. Ahora, si tienes que usar los de plástico en casa: por favor, no lo tire a la basura doméstica, sino al contenedor amarillo. Más pequeño. Champú, maquillaje, jabón de baño, pasta de dientes: muchos de estos productos contienen microplásticos, pero existen otras alternativas. El lema es: prestar atención al ir de compras. Sustancias como el polietileno (PE), el polipropileno (PP), la poliamida (PA) y el tereftalato de polietileno (PET) no deben aparecer entre los ingredientes. Microplásticos de neumáticos. En Alemania, la mayor proporción de microplásticos proviene de la abrasión de los neumáticos de automóviles. Increíble, ¿verdad? Según la Universidad de Berlín, cada año se liberan al medio ambiente en Alemania unas 120.000 toneladas de abrasión de neumáticos. Las sustancias, incluidos los plásticos, son absorbidas por las plantas. Una razón más para conducir menos. La cerveza no sabe bien en plástico. Nuestra euforia festiva también juega un rol en la contaminación del ambiente. En casi todos los festivales sólo se ofrecen vasos y botellas de plástico. ‘Rock am Ring’, por ejemplo, produce alrededor de 500 toneladas de basura en tres días, la mayor parte de la cual es plástico. Por razones de seguridad, las botellas de vidrio están prohibidas pero hay muchas alternativas a los vasos desechables. Café para llevar. Los vasos desechables son casi la encarnación del mal para los ecologistas. En particular, las opciones más sostenibles para el café están conquistando Alemania. Pero no todo el mundo usa estas tazas, por lo que los ecologistas siguen promoviéndolas con fuerza. Hasta que cambie el número de 320.000 tazas por hora que se tiran en Alemania, este país uno de los mayores productores de residuos de la Unión Europea.
Cambio climático: razones por las que 2021 puede ser un año crucial en la lucha contra el cambio climático. El mundo no está encaminado hacia lograr sus metas de reducción de emisiones de carbono. La tierra tiene un tiempo limitado para actuar si quiere evitar los peores efectos del cambio climático. La pandemia de COVID-19 fue el gran problema de 2020, sin duda, pero esperemos que, para fines de 2021, las vacunas se hayan activado y hablemos más sobre el clima que sobre el coronavirus. Este año será decisivo para enfrentar el cambio climático. Según Antonio Guterres, secretario general de la ONU, estamos en un “punto de quiebre” para el clima. Con el espíritu optimista del 2021, estas son las razones por la que creo que podría confundir a los fatalistas y ver un gran avance en la ambición global sobre el clima. La crucial conferencia climática. En noviembre, los líderes mundiales se reunirán en Glasgow, Escocia, para trabajar en el sucesor del histórico Acuerdo de París de 2015. París fue importante porque fue la primera vez que prácticamente todas las naciones del mundo se unieron para acordar que todas necesitaban ayudar a abordar el cambio climático. El problema fue que los compromisos asumidos por los países para reducir las emisiones de carbono en ese entonces no alcanzaron los objetivos establecidos por la conferencia. En París, el mundo acordó que para fines de siglo el aumento de la temperatura global no estaría por encima de 2°C respecto a los niveles preindustriales. El objetivo era limitar el aumento a 1,5°C, si era posible. La conferencia de Glasglow es una nueva oportunidad para lograr las metas climáticas. La realidad es que no estamos avanzando en ese sentido. Según los planes actuales, se espera que el mundo supere el límite de 1,5°C en 12 años o menos, y que alcance 3 °C de calentamiento para fines de siglo. Según el acuerdo de París, los países prometieron volver a reunirse cada cinco años y aumentar sus objetivos de reducción de carbono. Eso debía suceder en Glasgow en noviembre de 2020, pero debido a la pandemia se aplazó para este año. Así, Glasgow 2021 puede ser un encuentro en el que se aumenten los recortes a las emisiones de carbono.
Grandes reducciones de emisiones. El anuncio más importante sobre el cambio climático el año pasado salió completamente de la nada. En la Asamblea General de la ONU en septiembre, el presidente de China, Xi Jinping, anunció que su país tenía como objetivo convertirse en neutral en emisiones de carbono para 2060. Los ambientalistas quedaron atónitos. Reducir el carbono siempre ha sido visto como una tarea costosa, pero aquí estaba la nación más contaminante del mundo, responsable de cerca del 28% de las emisiones mundiales, comprometiéndose a cortar sus emisiones incondicionalmente, independientemente de si otros países seguirán su ejemplo. Ese fue un cambio total respecto a las negociaciones anteriores, cuando todos temían asumir el costo de ‘descarbonizar’ su propia economía, mientras que otros no hacían nada, pero disfrutaban a costa de los que sí habían hecho la tarea. China no es la única en tener esta iniciativa. En 2019, Reino Unido fue la primera de las principales economías del mundo en asumir un compromiso legal de cero emisiones netas. La Unión Europea hizo lo mismo en marzo de 2020. Desde entonces, Japón y Corea del Sur se han sumado a lo que, según estimaciones de la ONU, son ya más de 110 países que han establecido una meta de cero neto para mediados de siglo. Según explica la ONU, el cero neto significa que no estamos agregando nuevas emisiones a la atmósfera. Las emisiones continuarán, pero se equilibrarán absorbiendo una cantidad equivalente de la atmósfera. Los países que se han puesto la meta de llegar al cero neto representan más del 65% de las emisiones globales, y más del 70% de la economía mundial, dice la ONU. Con la elección de Joe Biden en Estados Unidos, la economía más grande del mundo ahora se ha reincorporado al coro de reducción de carbono. Estos países ahora necesitan detallar cómo planean lograr sus nuevas aspiraciones, que serán una parte clave de la agenda de Glasgow, pero el hecho de que ya estén diciendo que quieren llegar a ese punto es un cambio muy significativo.
La caída del costo de las energías renovables. Hay una buena razón por la que tantos países ahora dicen que planean tener cero emisiones netas: la caída del costo de las energías renovables está cambiando por completo el cálculo de la ‘descarbonización’. En octubre de 2020, la Agencia Internacional de Energía, una organización intergubernamental, concluyó que los mejores esquemas de energía solar ofrecen ahora “la fuente de electricidad más barata de la historia”. Cuando se trata de construir nuevas centrales eléctricas, las energías renovables ya suelen ser más baratas que la energía generada por combustibles fósiles en gran parte del mundo. Si los países aumentan sus inversiones en energía eólica, solar y de baterías en los próximos años, es probable que los precios caigan aún más, hasta un punto en el que comenzará a ser rentable cerrar y reemplazar las centrales eléctricas de carbón y gas. Esto se debe a que el costo de las energías renovables sigue la lógica de toda la industria: cuanto más produces, más barato se vuelve, y entre más barato se vuelve, más produces. Esto significa que los activistas no tendrán que presionar a los inversores para que hagan lo correcto. Por su parte, los gobiernos saben que al aumentar las energías renovables en sus propias economías, ayudan a acelerar la transición energética a nivel mundial, al hacer que las energías renovables sean aún más baratas y competitivas en todas partes.
La pandemia lo cambia todo. La pandemia de coronavirus ha sacudido nuestra sensación de ser invulnerables y nos ha recordado que es posible que nuestro mundo se trastorne de formas que no podemos controlar. También ha provocado la conmoción económica más significativa desde la Gran Depresión. En respuesta, los gobiernos están dando un paso adelante con paquetes de estímulo diseñados para reactivar sus economías. Y la buena noticia es que rara vez, si es que alguna vez, ha sido más barato para los gobiernos realizar este tipo de inversiones. En todo el mundo, las tasas de interés rondan el cero o incluso son negativas. Muchos países tienen planes de incentivar la economía verde. Esto crea una oportunidad sin precedentes para hacer las cosas mejor esta vez. La Unión Europea y el nuevo gobierno de Joe Biden en Estados Unidos han prometido billones de dólares en inversiones verdes para poner en marcha sus economías e iniciar el proceso de ‘descarbonización’. Ambos dicen que esperan que otros países se unan a ellos, ayudando a reducir el costo de las energías renovables a nivel mundial. Pero también advierten que, junto con esta zanahoria, planean blandir un garrote: un impuesto a las importaciones de países que emiten demasiado carbono. La idea es que esto puede ayudar a que los rezagados en la reducción de carbono, como Brasil, Rusia, Australia y Arabia Saudita, se animen a recortar emisiones. La mala noticia es que, según la ONU, los países desarrollados están gastando un 50% más en sectores vinculados a los combustibles fósiles que en energías bajas en carbono.
Los negocios también se están volviendo verdes. La caída del costo de las energías renovables y la creciente presión pública para que se actúe sobre el clima también están transformando las actitudes en los negocios. Existen sólidas razones económicas para ello. ¿Por qué invertir en nuevos pozos de petróleo o centrales eléctricas de carbón que se volverán obsoletas antes de que puedan amortizarse a lo largo de sus 20 o 30 años de vida? De hecho, ¿por qué tener en sus carteras riesgos asociados al carbono? La lógica ya se está desarrollando en los mercados. Solo este año, el vertiginoso precio de las acciones de Tesla la ha convertido en la empresa automotriz más valiosa del mundo. Mientras tanto, el precio de las acciones de Exxon, que llegó a ser la compañía más valiosa del mundo, cayó tanto que fue expulsada del Promedio Industrial Dow Jones de las principales corporaciones estadounidenses. Al mismo tiempo, existe un impulso creciente para lograr que las empresas incorporen el riesgo climático en su toma de decisiones financieras. El objetivo es hacer que sea obligatorio para las empresas y los inversores demostrar que sus actividades e inversiones están dando los pasos necesarios para la transición a un mundo de cero emisiones netas. Setenta bancos centrales ya están trabajando para que esto suceda, y la integración de estos requisitos en la arquitectura financiera mundial será un enfoque clave para la conferencia de Glasgow. Aún está todo en juego. Por lo tanto, hay buenas razones para la esperanza, pero está lejos de ser un trato hecho. El confinamiento causó una reducción de las emisiones, pero ya los niveles están volviendo a subir. Para tener una posibilidad razonable de alcanzar el objetivo de 1,5 °C, debemos reducir a la mitad las emisiones totales para fines de 2030, según el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, el organismo respaldado por la ONU que recopila la ciencia necesaria para informar las políticas. Esto implicaría lograr cada año la reducción de emisiones que hubo en 2020 gracias a los confinamientos masivos debido a la pandemia. Las emisiones, sin embargo, ya están volviendo a los niveles que tenían en 2019. La verdad es que muchos países han expresado grandes ambiciones de reducir el carbono, pero pocos han implementado estrategias para alcanzar esos objetivos. El desafío para Glasgow será lograr que las naciones del mundo se adhieran a políticas que comenzarán a reducir las emisiones ya. La ONU dice que quiere ver el carbón eliminado por completo, el fin de todos los subsidios a los combustibles fósiles y una coalición global para llegar al cero neto para 2050. Eso sigue siendo una tarea muy difícil, incluso si los sentimientos globales sobre enfrentar el calentamiento global están comenzando a cambiar.
“Las preocupantes maneras en que el calor puede retorcer tu mente”, es el título de un interesante artículo de Zaria Gorvett en BBC Future. Viajamos con Zaria Gorvett a julio de 1988. En todo Estados Unidos, la tierra estaba hirviendo en el verano más cálido registrado hasta entonces. Desde las ciudades la gente iba en manada hacia las playas; subió el consumo de electricidad por el aire acondicionado y las autopistas estaban llenas de vehículos averiados por sobrecalentamiento. Pero también estaba sucediendo algo más. De hecho, 1988 no fue solo un año de calor récord, también lo fue de violencia. Hubo un número sin precedentes de asesinatos, violaciones, robos a mano armada y asaltos. ¿Puede haber un vínculo entre el clima y la tendencia general a la violencia? Llevamos siglos sospechando que el calor puede alterar nuestro comportamiento. Los primeros estudios sobre el fenómeno surgieron a finales del siglo XIX, coincidiendo con las primeras estadísticas fiables sobre delitos. Según uno de los análisis, los delitos contra las personas tendían a alcanzar su punto máximo en los meses de verano, mientras que los delitos contra la propiedad eran más comunes en el invierno. Los disturbios en las ciudades son más comunes cuando hace buen clima. Desde entonces, se ha ido acumulando más evidencia. Cada año, a medida que se eleva el mercurio, experimentamos una transformación colectiva. Algunos de los síntomas son relativamente leves: es más probable que toquemos el claxon cuando estamos atrapados en el tráfico, la policía suele notar un aumento en el desorden público y es menos probable que ayudemos a extraños. Pero otros son más desconcertantes.
La ola de calor global de 2018, que provocó sequías generalizadas y un número inusualmente alto de incendios forestales en el Ártico, también se asoció con algunos sucesos humanos alarmantes. En Reino Unido hubo un número récord de llamadas al teléfono de emergencias 999 y un agente de policía comentó que el público reacciona “de manera muy extraña” con ese tipo de clima. En algunas áreas, la policía informó que las llamadas aumentaron un 40%. Por supuesto, todo esto es muy anecdótico, y hay muchas explicaciones alternativas para estos incidentes individuales. Pero la correlación parece estar respaldada por la investigación académica en todo el mundo. Hay mucha evidencia de que durante una ola de calor experimentamos una transformación colectiva. En Reino Unido, entre abril de 2010 y 2018, hubo un 14% más de delitos violentos a 20°C que a 10°C. En México, hay más crimen organizado en las zonas con climas más cálidos, y algunos académicos sospechan que esto se debe a que crea un “gusto por la violencia”. En Sudáfrica, los científicos han descubierto que por cada grado que sube la temperatura, hay un aumento del 1,5% en el número de asesinatos. En Grecia, un estudio encontró que más del 30% de 137 homicidios reportados en una región en particular ocurrieron en días con una temperatura promedio de más de 25°C. También se han observado patrones similares que involucran crímenes violentos y calor en África subsahariana, Taiwán, Estados Unidos, Finlandia, España… En total, el efecto se ha demostrado en cientos de estudios científicos. Luego están las revoluciones. En un estudio, los científicos rastrearon los levantamientos en todo el mundo desde 1791 hasta 1880, y encontraron que la gran mayoría ocurrió en los meses de verano. Cualquiera que sea el extremo del planeta que miraron, la relación se repetía. Por ejemplo, en Europa era más probable que ocurrieran en julio, mientras que en América del Sur era más probable que ocurrieran en enero.
Estudios más recientes confirman el vínculo entre los movimientos sociales y el clima. Un análisis de más de 7.000 eventos durante 36 años encontró que tendían a ocurrir en días más clementes y, a medida que subía la temperatura, era más probable que se volvieran violentos. A mediados de este mes de agosto, estallaron disturbios en Holanda después de la semana más calurosa desde que el país comenzó a llevar registros; se prendió fuego a un edificio, se lanzó pirotecnia contra los agentes de policía y 27 personas fueron detenidas. Si bien está claro que las injusticias y otros desencadenantes del malestar social pueden suceder durante todo el año, parece que es mucho más probable que reaccionemos cuando hace calor. Finalmente, las condiciones al aire libre también pueden afectar la incidencia de autolesiones. Un estudio en 12 países asoció las temperaturas ambientales más altas con un mayor riesgo de suicidio en general, y que esta relación era especialmente directa en los países occidentales y Sudáfrica. En general, el mayor riesgo ocurría cuando las temperaturas alcanzaban los 27°C. Una investigación en Australia halló que tiende a haber un pico en las admisiones hospitalarias alrededor de esta temperatura, con un aumento del 7,3% durante las olas de calor. Por qué el clima tiene tanto poder sobre nuestro comportamiento es un misterio, pero a medida que el calentamiento global avanza, los científicos se apresuran a encontrar algunas respuestas. Una de las posibilidades más obvias es que el calor sofocante es incómodo, lo que nos pone en un estado de ánimo colectivamente peor y conduce a un comportamiento dañino. ¿Puede el calor afectar cómo aprendemos? Existe mucha evidencia de que la primera parte de esto es cierta: las altas temperaturas nos enojan más, nos estresan y nos hacen menos felices. Con calor, es más probable que haya más sanciones agresivas en la Liga de Fútbol Americano (NFL) en Estados Unidos; los periodistas son más propensos a utilizar un lenguaje negativo en sus reportajes, y hay más probabilidades de que se lleven a cabo paros y que la gente renuncie a sus trabajos. La idea está respaldada aún más por el descubrimiento de que el clima podría infiltrarse en nuestros cerebros al alterar nuestra biología. En 2017, los científicos descubrieron que la temperatura ambiente en Finlandia se correlacionaba con la cantidad de serotonina -una sustancia química importante del cerebro que regula la ansiedad, la felicidad y el estado de ánimo en general- que circulaba en la sangre de voluntarios sanos y delincuentes violentos. Fundamentalmente, también encontraron un fuerte vínculo entre esta medida y la tasa mensual de delitos violentos. Esto sugiere que el calor altera nuestros niveles de serotonina, lo que a su vez afecta nuestros niveles de agresión.
Otra idea es que el clima cálido aumenta nuestros niveles de testosterona, lo que nos hace más agresivos, un hecho que también podría explicar en parte por qué a medida que los días comienzan a alargarse, aumenta la incidencia de violencia sexual y doméstica. En Estados Unidos, hay un 12% más de “violencia de pareja”, que incluye abuso físico, sexual y emocional, en verano que en invierno. ¿Solo el calor? Sin embargo, hay muchas explicaciones alternativas. Una consideración importante es que la mayoría de estos estudios se basa en la correlación: vinculan un factor, la temperatura, con otro, el crimen. Pero esto no significa que uno necesariamente afecte al otro directamente. Cuando es verano, vivimos en un mundo muy diferente: uno con festivales abarrotados (antes de la pandemia) en el que beber durante el día es socialmente aceptable y, en general, somos más activos. ¿Podrían estas actividades de verano, que nos ponen en contacto con otras personas y aumentan nuestras emociones, ser los verdaderos impulsores de nuestro comportamiento ante la ola de calor? El cambio climático amenaza con traer olas de calor más intensas y con más frecuencia, por lo que comprender el vínculo entre el clima y el comportamiento es más importante que nunca. Es difícil desenredar estas cosas, porque siempre van juntas. Si se toman las tasas de suicidio, aumentan cuando hace más calor… Pero son muy variables en todo el mundo. Rusia tiene uno de los niveles más altos, y eso probablemente tenga que ver con los altos niveles de consumo de alcohol, más que con el clima. COVID-19 podría proporcionar algunas respuestas, porque desde que surgió, muchas de nuestras actividades normales de verano se han vuelto imposibles. La pandemia ya ha demostrado ser un experimento natural para una serie de preguntas urgentes, como qué sucede cuando los viajes de larga distancia se reducen drásticamente o cómo responden las ballenas cuando los océanos se vuelven menos ruidosos, así que quién sabe, tal vez revele si la violencia realmente está relacionada con el calor o simplemente con las fiestas del verano. Independientemente de lo que impulse el vínculo entre el clima y nuestro comportamiento, tiene algunas implicaciones incómodas para el futuro. Los científicos predicen que, a medida que se produce el cambio climático, solo un aumento de 2°C en las temperaturas medias globales podría aumentar la tasa de delitos violentos en más de un 3% en regiones templadas como Europa Occidental. Por el momento, muchos expertos creen que estamos en camino de un aumento de temperatura de más de 3°C, incluso si cumplimos con todos nuestros compromisos climáticos actuales. Aunque sigue siendo un misterio por qué nos afecta el clima, tal vez sea mejor que nos preparemos para lo que se avecina.
En mi titular de esta columna EL BESTIARIO he utilizado la frase ¿Arden Canadá y Estados Unidos? Recordando uno de mis últimos viajes a París, capital de Francia, donde los termómetros no estaban muy lejanos a los 40 grados, el taxista nos preguntó ¿Arde París?… Ese ¿Arde París? hacía referencia al excesivo calor por entonces, a principios de julio, pero también hay una anécdota que aparece plasmada en la novela histórica de Larry Collins y Dominique Lapierre publicada en 1964, bajo el título de ‘¿Arde París?’. Describe los días de agosto de 1944 y, muy detalladamente, las horas que precedieron a la Liberación de París por parte de las Fuerzas Aliadas, las Fuerzas Francesas Libres y los movimientos de Resistencia interior, adheridos estos últimos en su mayoría al Partido Comunista Francés durante la Segunda Guerra Mundial. La obra debe su título a la pregunta hecha por Hitler a sus generales reunidos en el Gran Cuartel General de Rastenburg, Prusia Oriental, el 25 de agosto de 1944, momento en el que este se negaba de manera obstinada a perder París luego de cuatro años de ocupación. Sin embargo, la situación se había vuelto crítica: a falta de unidades para retener la ciudad, el general Dietrich von Choltitz había recibido la orden personalmente de Hitler, de resistir hasta el último hombre, y de destruir París por medio de cargas explosivas localizadas en los más importantes monumentos de la ciudad, así como arrasar con aquellos barrios donde los ejércitos alemanes encontraran resistencia y apoyo a las tropas de liberación.
Esta obra se caracteriza por mostrar desde diferentes puntos de vista el conflicto: el de los habitantes de París, los soldados de Leclerc, el de Eisenhower, el de Hitler y de manera particular el del general Von Choltitz. Para ello, los autores entrevistaron a docenas de testigos y protagonistas de los hechos. Es además, rica en detalles que parecen triviales, pero que en su conjunto van retratando la atmósfera que vivía París, sus habitantes y ocupantes en los días previos a la liberación. La importancia del papel del general Von Choltitz, gobernador alemán de París, quien se negó a obedecer la orden de Hitler de destruir la ciudad, es reconocida actualmente por los parisinos de una manera muy curiosa, pues en la grabación que se escucha en el autobús turístico que recorre los distintos monumentos de la ciudad, se menciona que dichos monumentos siguen ahí gracias a Von Choltitz.
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