«El valor supremo»
Yo dije: Vosotros sois dioses, Y todos vosotros hijos del Altísimo. Salmo 82:6
Anoche soñé a mi hermano muerto por el Coronavirus hace ya 9 meses, personaje admirado no solo en la familia, sino por tantos mas. En el sueño, yo sabía que estaba muerto, pero dialogábamos felices y alegres.
Todos hemos sido golpeados por esta gigantesca ola llamado Covid-19; fuimos arrancados y talados comoárboles desde la raíz; azotados como por un mar enfurecido por un gigantesco huracán. Todos hemos perdido algo y estamos aún encapsulados en esta odisea.
Algunos perdieron su empresa, otrossu trabajo y otros masun ser muy querido. No lo esperábamos, no sabíamos su intensidad ni su gran alcance. Hemos quedados con cicatrices profundas en el alma, ya nada es igual, ni volverá a hacer.
¿Qué nos queda ahora? Nos queda ir a la conquista del valor supremo. Los valores que como seres humanos tenemos y que están en ese baúl llamado “dignidad”.
No hay qué escalar una montañadifícil,ni conseguiruna meta inalcanzable. Solo tenemos que abandonar la “dispersión” en la que vivimosy centrarnos en lo que ya somos.
Las bienaventuranzas de Jesús podríamos parafrasearlas de esta manera, sin alejarnos del evangelio:
- Mejor es ser pobre, que rico opresor.
- Mejor es llorar, a hacer llorar al otro.
- Mejor es pasar hambre, a ser la causa de que otros mueran de hambre porque les hayamos negado el sustento.
- Dichosos, no por ser pobres, sino por no ser ricos egoístas.
- Dichosos, no por ser oprimidos, sino por no oprimir.
Las riquezas materiales no son el valor supremo. El valor supremo es el mismo hombre hecho a la imagen y semejanza de Dios. Podemos elegir el reino del poder o el Reino de Dios. Si elegimos caminar en el sendero del dinero, siendo avaros,habrá injusticia e inhumanidad, tal como lo tenían los sumos sacerdotes Anás y Caifás estando en el mismo templo y compraron la cabeza de Jesús por 30 piezas de plata; pero si estamos buscamos el ámbito de lo divino, habrá amor, es decir, la humanidad maravillosa del verbo encarnado, Jesucristo mismo en nosotros.
El enemigo número uno del Reino de Dios es la ambición, el afán de poder, la necesidad de oprimir al otro. Como decía Plotino: «Hablar de Dios sin una verdadera virtud es pura palabrería».
Amigos y hermanos del camino, miremos nuestra desgracia, miremos a nuestro creador, miremos a nuestro hermano, aún somos su imagen, imagen de otros como nosotros, y tanto ellos como nosotros somos dioses, somos hechura suya, salidos del alma misma del eterno Dios. Nuestro valor supremo es ser de él, por él y para él.
Él es origen, camino y meta de todas las cosas. ¡A él la gloria por siempre! Amén. Rom. 11:36.
¡Bendiciones amigos y hermanos del camino de la fe! Pbro. Carlos César González Cruz.