Trump y Biden se disputan la retórica de mano dura contra China

Agencia

En la campaña presidencial estadounidense de 2020 nadie quiere jugar a ser el poli bueno con China. El gigante asiático y la primera potencia se hallan inmersos en un duelo en múltiples frentes -comercial, tecnológico, geopolítico- que puede calificarse de nueva guerra fría y se ha visto agravado por la pandemia. El candidato demócrata, Joe Biden, ha endurecido su discurso contra el régimen, al que no deja de señalar como rival en su programa económico, y ha llegado a calificar a su líder, Xi Jinping, de “matón”. Mientras, Donald Trump promete reducir al mínimo los estrechos vínculos que ahora unen a ambas economías.

“Fabricaremos nuestros suministros cruciales en Estados Unidos, crearemos créditos fiscales para la economía made in America, traeremos nuestros puestos de trabajo de vuelta a Estados Unidos e impondremos aranceles a las compañías que desertan de Estados Unidos para crear empleo en China y otros países”, dijo el presidente republicano el pasado lunes en una rueda de prensa desde la Casa Blanca, con ocasión del Día del Trabajo. “Vamos a terminar nuestra dependencia sobre China porque no podemos depender de ellos y no quiero que construyan la fuerza militar que están construyendo con nuestro dinero”, abundó.

Un volumen de intercambios de unos 500.000 millones de euros (590.000 millones de dólares) anuales se encuentra en el centro del pulso comercial entre ambas potencias. La parte del león son exportaciones chinas a Estados Unidos (451.600 millones de dólares en 2019), frente a las ventas de empresas estadounidenses en China (106.447 millones en el mismo periodo), y esa brecha es el déficit comercial que Trump ha combatido con brazo de hierro desde su primera campaña electoral, en 2016.

La retórica contra China no sorprende en su carrera a la reelección, pero ha impregnado también la de su rival demócrata, muy consciente de los estragos que la desindustrialización ha causado en la clase media y trabajadora estadounidense. Robotización al margen, esos votantes no pueden evitar asociar la pérdida de empleos fabriles con las fugas de producción a terceros países.

Biden ha hecho de la estrategia made in America el corazón de su programa económico y habla también explícitamente de “recuperar las cadenas de suministros críticos a Estados Unidos, de modo que no dependamos de China o de ningún otro país de para la producción de artículos cruciales en tiempos de crisis”, después de los momentos de carencia de equipos médicos que muchos países han sufrido durante la pandemia. Promete “mano dura” contra las empresas que etiquetan de forma errónea sus productos como fabricados en EE UU, cuando proceden de China, y acusa al régimen de “continuar con sus abusos comerciales”. Además, advierte de que el régimen se encuentra en la senda para superar a la primera potencia en Investigación y Desarrollo. Y así, hasta 24 veces, en resumen, aparece la palabra China en el plan de reactivación industrial que propone el rival de Trump.

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