Un billete de 5 dólares
Por Jorge Iván Domínguez
Una tarde, cuando trabajaba como ejecutivo de ventas de un consorcio hotelero en la Riviera Maya y después de una acalorada y desgastante negociación, la pareja de extranjeros que había intentado persuadir durante 90 minutos para comprar nuestro producto vacacional, decidió no hacerlo.
Con la moral baja y el cuerpo entre pesado y relajado, acompañé a los turistas hasta el elevador que los llevaba de vuelta a su habitación. Sin embargo, ya a bordo de la cabina, el hombre extendió su brazo en señal de saludo, tomó mi mano y presionando con sus dedos en mi palma intentaba dejar algo en ella.
Instintivamente lo tomé y devolví la mirada al hombre, quien desaparecía tras el correr de la puerta eléctrica con una enorme y orgullosa sonrisa. Cuando devolví la mirada a mi mano, me di cuenta que era un billete de cinco dólares que me había regalado, intuyo, por haber considerado satisfactorio mi servicio.
Confieso que me sentí incómodo ante mi propio verdugo interno, al pensar que había estudiado una maestría y algunos diplomados en universidades rimbombantes, como para verme en la penosa situación de recibir una propina. Al final, tomé el billete y lo metí en mi cartera como un augurio de buena suerte.
Apenas un par de meses atrás, había ingresado como ejecutivo de ventas, lo que representaba mi primera experiencia en la industria.
Como todo buen vendedor, además de creer fielmente en mi producto, estaba practicando día con día abrir mi mente a nuevas e impredecibles formas de aumentar mis ingresos (así recitaba el mantra), para poder atraer una realidad más abundante, alejado de mis creencias limitantes del pasado, que me habían hecho tener una errónea concepción de la abundancia y de una de sus unidades de medida: el dinero.
Es común en el mundo de las ventas (donde regularmente se vive sólo de las comisiones), escribir metas mensuales para poder enfocarse de manera consciente a alcanzarlas, por lo que ese mes había establecido en mi calendario la cantidad de 5 mil dólares por concepto de comisiones.
Ese mes (agosto 2018) gané el primer lugar de la sala de ventas, facturando un total de 4,997 dólares en comisiones, lo que prácticamente me dejaba a tres dólares de mi meta, pero para mí, en ese momento sumaban ya 5 mil dólares redondeados.
Ese mismo día, recibí un vale por una mínima parte de mis ganancias en efectivo, me dirigí a cobrarlo a caja al final del día, y en el momento que guardaba los billetes en la cartera, encontré aquellos cinco dólares que me había dado de propina aquella pareja de griegos que atendí hace apenas unas semanas y que había trastocado mi “dignidad”.
De inmediato caí en cuenta que había superado la meta mensual, es decir, yo me había pedido estar abierto a nuevas formas de aumentar mis ingresos y eso había pasado con o sin el consentimiento de mi ego.
Desde ese día, guardo ese billete de 5 dólares en mi cartera, con una frase que escribí en su reverso para mi consumo personal: “Aprende a recibir”.
La vida nos regala cosas todos los días de formas y maneras muy diversas, pero lo realmente importante es que el observador tome conciencia de ello y lo contabilice en su bitácora de cosas que agradecer, ya que es el agradecimiento la verdadera llave de la abundancia.
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*El autor es maestro en gobierno y políticas públicas por la Universidad Panamericana, consultor político y actualmente se desempeña como director de información del Heraldo de México Televisión.