Los gobiernos y la crisis

Por Jorge Iván Domínguez

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Existía una práctica muy común en las antiguas aristocracias que permitía a los reyes, en momentos decisivos, salir del punto ciego de la corte y hacerse de una perspectiva más amplia sobre los problemas del reino.

Me refiero a la famosa huida del rey, esa que hemos visto o escuchado en las historias épicas donde el soberano vestía de ropas humildes y en pies descalzos recorría las calles de su protectorado, para platicar con sus súbditos y saber su opinión sobre el gobierno. Ahí, observaba en primera persona las precariedades e injusticias que vivían sus vasallos y se percataba del comportamiento de la autoridad ejercida en su nombre.

En el presente, esa útil práctica pareciera ineficaz, ya que el crecimiento acelerado de las ciudades, la robustez del cuerpo burocrático y la barrera infranqueable que es la soberbia del poder, impiden a los gobernantes contemporáneos pulsar el sentir generalizado de sus ciudadanos y gobernar a expensas de lo que su parcial corte les provee, ya que las cortes y los gabinetes juegan junto al soberano, el perpetuo juego del poder, y toda información suministrada tiene una doble intención, lo que hace de la verdad una herramienta o una moneda de cambio.

Los gobernantes, hoy más que nunca, están secuestrados en sus palacios y casas de gobierno, dependiendo únicamente de la información suministrada por los integrantes de su gabinete, quienes buscan afianzar sus posiciones para poder aumentar su influencia y poder.

En el contexto actual, los gobiernos en todos sus niveles y órdenes, se han visto rebasados por esta crisis sanitaria, dejando ver que, en su gran mayoría, carecen de lo más elemental que uno podría esperar de quienes fueron electos democráticamente por la comunidad: liderazgo social.

Los gobiernos no han sido capaces de convocar a los sectores más representativos de la sociedad e involucrarlos en la resolución del problema público que representa la pandemia. Incluso en la mayoría de los casos, la situación ha sido una excusa para confrontarse con el sector productivo y también para ejercer un autoritarismo exacerbado, que sólo denota el concepto abigarrado y caduco que tienen sobre la idea del poder.

Más allá de generar miedo o vergonzosos atisbos represivos, los gobiernos hoy debieran ser un aliciente para sus sociedades en todos los ámbitos, para palear de la mano con ellos, los estragos generados por este imprevisto virus.

El liderazgo político del gobierno moderno, se construye desde una visión integradora, que convoque a los entes sociales sin distingo ideológico al proceso articulador de soluciones y políticas públicas, que nos ayuden no sólo a gestionar la crisis, sino también a detectar la oportunidad en ella.

Recordemos que los grandes descubrimientos científicos, los desarrollos tecnológicos más útiles, los avances en materia social, los cambios en los modelos económicos y los liderazgos más legítimos, surgen en las crisis, por lo que sería indispensable que los gobiernos (sobre todo de los que esperábamos un cambio) refresquen sus alternativas, construyendo puentes con los sectores más representativos de la sociedad y encontrando nuestra antifragilidad en este momento, donde ya muchos están adaptándose y creciendo ante los cambios generados por el Covid-19.

¿Por qué huía el rey de su corte? Seguramente porque para circunstancias extraordinarias se requiere tomar medidas de la misma índole y porque se gobierna mejor cuando en el proceso de las soluciones, se adquiere y se comparte el peso de la responsabilidad.

Pero, si un gobierno únicamente se dedica a resolver problemas, lo único que obtendrá será la contención de daños. Sólo el aprovechamiento de las oportunidades produce crecimiento y evolución.

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