El virus que nos hizo pensar que todos somos iguales
O ante los graves problemas y movimientos que reclaman la igualdad de género; hombres y mujeres, nos fuimos a casa. Hombres y mujeres ganamos igual, ¡Nada!
O todos somos susceptibles a esta enfermedad tan democrática, muere tanto el niño como el anciano, tanto el ignorante como el erudito, tanto el enfermo como el médico; sea chino, español, anglo, indio, alemán, mexicano o latino, rico, pobre, hombre o mujer, esto es parejo.
O que, podemos vivir siendo tolerantes, comprensivos y generosos con la familia ahora que tenemos más tiempo al estar juntos.
O que, en verdad Dios no vive en los templos, aun cuando estos estén cerrados, nuestra fe vive y más en este tiempo, en la que solamente su gracia y misericordia nos puede ayudar.
O ahora disfrutamos más todas las cosas. Ya no hay prisas para ir a trabajar o por llegar tarde a las reuniones y compromisos. Disfrutamos más el café, el baño, los alimentos. No hay prisa ni preocupación de dormirnos temprano ni por levantarnos tarde. Ya no desperdiciamos los alimentos y tratamos de gastar bien los recursos.
O los países y las naciones fuimos tratados por igual en esta pandemia, recordamos que somos transitorios, mortales, que el mañana solo es una suposición.
O recordamos que Dios es el único que puede ayudarnos, solamente Él.
Amigos, los índices de contagiados cada día crecen como crece el número de muertos, pero con esto, surgen personas valiosas que nos animan, hay tantos que se han organizado para fabricar y donar respiradores, cubrebocas a los hospitales y alimentos para los menos favorecidos. A esas personas no tan comunes hay que aplaudir y valorarlas. Donde hay humanidad está Jesucristo, me lo imagino pasar y detenerse donde los actos de comprensión y amor están, y sonreír para decir entre labios “Valió la pena, hermanarse y enseñarles a vivir lo que de divino aún poseen”.
Si bien el virus Covid-19, nos recordó lo transitorio que somos, lo fugaz y mortal; también nos hizo descubrir que podemos inmortalizarnos con esos actos divinos que hacen sonreír a Dios.
¡Bendiciones amigos y hermanos del camino, del buen camino de Dios!
Pbro. Carlos César González Cruz.