Alejandro Giammattei: las horas más oscuras
Por Hilder Menendez Castillo.
En tiempos de paz sólo hay dos factores que, por su severidad, pueden hacer tambalear las estructuras de un Estado: el embate de una crisis económica prolongada o algún cataclismo natural que ponga en riesgo la vida de las personas.
Dichos eventos marcan lo que podríamos llamar las horas oscuras de los gobiernos. Son momentos que requieren de un talante y calidad excepcional por parte de los líderes de una nación, pues definen el presente de un mandatario y el futuro de todo un pueblo.
La historia nos brinda abundantes ejemplos, como aquel de los días de Winston Churchill al inicio de la primera guerra mundial, un recién nombrado primer ministro que tuvo la difícil tarea de posicionarse ante la Alemania nazi: negociar o combatir.
Alejandro Giammattei era aún presidente electo cuando, del otro lado del mundo, se reportaban los primeros indicios de lo que hoy es la pandemia más atemorizante que esta generación haya visto.
Tras su toma de posesión y con la escalada internacional de la emergencia, el presidente Alejandro Giammattei comprendió desde el primer momento que esta es una guerra que Guatemala no puede perder. Es algo que puede definir, a pocos meses de haber iniciado su mandato, su legado como presidente y la forma en que será recordado por la historia.
Ante este escenario Alejandro Giammattei demuestra que su elección no fue obra de la casualidad, como muchos quisieron verlo en el último proceso electoral, sino que es el resultado de la construcción de un proyecto sólido de largo alcance para Guatemala, basado en el respeto a la ley, en el conocimiento pleno de las estructuras del Estado y en colocar las necesidades de la población guatemalteca como prioridad.
El Presidente Alejandro Giammattei decidió salir de frente y combatir esta crisis, toda la estructura de gobierno opera en la contención del virus a través de la adopción de medidas que tienen por objeto reducir al mínimo por una parte la crisis de salud que impacta a los guatemaltecos y por otra la crisis económica que se avecina.
Por supuesto que esta tarea requiere de la ayuda de todos, comenzando por el Congreso de la República. No se trata de dejar al presidente hacer lo que quiera -los congresistas deben ser un justo contrapeso- pero sería un pecado injustificable el chantaje, el trueque o el cambio de favores en estos tiempos difíciles. Las leyes y reformas que se requieren para beneficiar al pueblo de Guatemala jamás deben quedar en segundo plano.
Se requiere el apoyo total del estado, de todos los ministros, quienes recibieron la confianza del presidente para servir al país y cuyo compromiso no admite vacilaciones. E indudablemente se requiere el respaldo ciudadano a las acciones del presidente.
Debemos entender que el momento que atravesamos es una encrucijada histórica, de la que podemos salir fortalecidos con una Guatemala engrandecida y una sociedad dinámica y participativa, o podemos enfrentar la ruta aciaga del caos y el sufrimiento.
En estas horas oscuras, la colaboración de nuestro presidente médico y una sociedad responsable marcarán la diferencia y el futuro de nuestro país.