SANTIAGO J. SANTAMARÍA GURTUBAY EL BESTIARIO

Good Bye Franco, ‘grito’ de Luis García Berlanga

Los franquistas se han convertido en una caterva de marginales que, ante la exhumación de su momia, no son capaces de movilizar más que a unos pocos frikis en España…

SANTIAGO J. SANTAMARÍA GURTUBAY

Ante las desgracias, en muchas familias españolas se repetía un lema que venía de lo más oscuro de la posguerra, pero con tintes del director valenciano Luis García Berlanga: Comer, no comeremos, pero lo que nos hemos reído. Viendo el despliegue exhumatorio, lo parafraseé: los españoles, resolver conflictos históricos, no los resuelven, pero lo que han carcajeado. Mi hijo Andoni, quien prepara un año más sus maletas para pasar unas semanas en nuestro Cancún, en el Caribe mexicano, y huir del eterno “sirimiri”, llovizna del Cantábrico y su Golfo de Vizcaya, en Durango del país Vasco, que se caracteriza por tener un tamaño de gota pequeño dando la impresión de que las gotas flotan en vez de caer, provenientes de nubes relativamente bajas y de poco desarrollo vertical, al oír mis carcajadas, en una videoconferencia, me preguntó qué estaba viendo. “Lo de Franco”, respondí, “qué es la monda”, por usar una expresión de 1975. Era un delirio el ver a Juan Chinarro, presidente de la Fundación Francisco Franco, recitando versos de Antonio Machado. Si le dejan unos minutos más, apela al mismísimo Manuel Azaña para defender a Franco. Alucinaba ver a una señora llamada Pilar Gutiérrez, presidenta del Movimiento por España, decirle a Ana Rosa Quintana: Los demócratas somos los franquistas, porque “Franco trajo la democracia”. Lo dijo con mucha gracia, como una humorista que imitara a una “maruja” facha muy exaltada, terminó con una de las sentencias más sensatas que se oyeron en toda la mañana, de otro asistente a la expulsión de “Paco” de su Valle de los Caídos: Vamos a tomárnoslo con humor, porque Franco murió hace 44 años. Los franquistas de toda la vida son la hostia. Se han convertido en una caterva de marginales que, ante la exhumación de su momia no son capaces de movilizar más que a unos pocos frikis, evocadores de los personajes de los filmes berlanguianos como “Bienvenido Mr. Marshall”, “El verdugo”, “La vaquilla”, “Todos a la cárcel”, “Plácido”, “Esa pareja feliz”, “Calabuch”, “La escopeta nacional”, “París-Tombuctú”… Nacido en Valencia, en 1921, murió en Madrid, en el 2012.

Su cine se caracteriza por su mordaz ironía y sus ácidas sátiras sobre diferentes situaciones sociales y políticas. En la etapa de la dictadura franquista despuntó su habilidad para burlar la censura de la época con situaciones y diálogos no excesivamente explícitos pero de inteligente contralectura y consiguiendo llevar a cabo proyectos atrevidos. Sus obras son verdaderas joyas históricas e histriónicas para entender mejor los “episodios nacionales” de la España que le tocó vivir: la expulsión del Rey Alfonso XIII; la proclamación de la República; el golpe de estado de Francisco Franco Bahamonde; la Guerra Civil Española; el Bombardeo de Gernika, permitido a los aviones nazis, y el cuadro pintado por Pablo Picasso; el Proceso de Burgos; la dictadura franquista y sus fusilamientos del 27 de septiembre; la muerte del Caudillo; la Transición Democrática; la Movida Madrileña de Pedro Almodóvar; la llegada de los socialistas al poder; el secuestro del gobierno, diputados y senadores, a punto de pistola y metralletas, en el Congreso de la Cuesta de San Jerónimo, el 23 de febrero de 1981, por parte del teniente coronel Antonio Tejero y sus “guardias inciviles”; el fin de la insurrección armada de ETA en el País Vasco; los últimos años de Juan Carlos I como el rey que reina pero no gobierna en la monarquía parlamentaria y la llegada de Felipe VI…

Todos los dictadores, en algún momento, quieren medirse con los faraones y construirse tumbas a la altura de sus delirios de grandeza. Cuando cae un régimen, sus lugares de entierro se convierten en un incómodo recordatorio de la huella de terror que dejaron en su país. Se trata de lápidas en las que en ocasiones aparecen flores y velas, pero que en otros casos son consumidas por la hiedra del olvido. En cambio, cuando una dictadura quiere perpetuarse y legitimarse en el presente, se construyen panteones que, a veces, llegan a dominar la vida pública de un país. Francisco Franco construyó el Valle de los Caídos, cerca de El Escorial, levantado por Felipe II, cerca de Madrid, capital de España, con la intención de perpetuarse en esta segunda categoría, aunque su régimen se descompuso rápidamente, “por culpa de la traición de su sucesor, el Rey Juan Carlos I, quien apostó por una democracia burguesa al estilo de las existentes en la Europa de Olof Palm, Willy Brandt, Jacques Chirac, François Miterrand, Sandro Pertini, Giulio Andreotti, Aldo Moro, Mario Soares… La salida de sus restos de este mausoleo mamotrético, este jueves, 24 de octubre de 2019, le coloca en un lugar al que la historia le envió hace mucho tiempo. Al igual que el chileno Augusto Pinochet, que reposa en una capilla familiar en Valparaíso, el dictador español ha pasado a la esfera de lo privado y abandonado el espacio público. A diferencia del argentino Jorge Videla, que después de morir en la cárcel por crímenes contra la humanidad fue enterrado en una tumba con un nombre falso ante el rechazo de sus vecinos, ha sido sepultado en un lugar identificado, junto a su mujer, Carmen Polo.

Aunque imposible de ignorar cuando se sale de Madrid por la carretera de La Coruña, el Valle de los Caídos nunca tuvo la presencia que alcanza el Palacio del Sol de Kumsusan, en Pyonyang, el mausoleo del fundador de la única dinastía comunista del mundo, Kim Il-sung, donde también se encuentran el cadáver de su hijo, Kim Jong-il, padre del actual gobernante y presidente eterno de Corea del Norte. La siniestra sombra de la cruz del Valle tampoco ocupó nunca un lugar insoslayable en el paisaje urbano, como ocurre con el mausoleo que alberga el cuerpo momificado de Lenin, en la plaza Roja de Moscú. Allí estuvo enterrado José Stalin hasta 1961, cuando durante el 22º congreso del partido se decidió el traslado de sus restos. Aunque no se fueron muy lejos: se enterraron junto a la muralla del Kremlin.

En cambio, cuando se produce una ruptura radical con el pasado, es inevitable que el cuerpo del sátrapa se convierta en un problema. “La vida post mortem de dictadores y criminales de masas es una realidad en todo el mundo y en todos tiempos. La pregunta de qué hacer con estos embarazosos cadáveres y cómo enfrentarnos a su legado plantea grandes desafíos por sus efectos sobre la sociedad civil, incluso mucho después de su muerte. La tumba del dictador Benito Mussolini en Predappio se ha convertido en un engorro creciente para el Estado italiano, porque recibe la visita frecuente de nostálgicos del fascismo. Ejecutado junto a su amante Clara Petacci por partisanos y colgado de los pies en Milán, sus restos estuvieron en un lugar secreto hasta que su cadáver fue robado por sus partidarios y finalmente entregado a la familia. Las tumbas del rumano Nicolai Ceaucescu o del yugoslavo Tito, en la llamada Casa de las Flores de Belgrado, reciben frecuentes visitas, al igual que la del croata Ante Pavelic en Madrid, mientras que la sepultura de Slobodan Milosevic en Pozarevac se encuentra medio olvidada, pese a que el premio Nobel Peter Handke asistió a su entierro. El lugar donde fue sepultado el sátrapa iraquí Sadam Husein, ejecutado por crímenes contra la humanidad, fue destruido totalmente y circulan todo tipo de rumores sobre el destino final de su cadáver.

Adolf Hitler, el dictador responsable de más dolor y muerte del siglo XX, no quiso construirse un mausoleo, sino toda una urbe: Welthauptstadt (capital mundial) Germania. Sin embargo, se suicidó derrotado en su búnker de Berlín el 30 de abril de 1945, cuando la ciudad estaba a punto de caer en manos de los soviéticos. Su cadáver fue quemado en la puerta del refugio junto al de Eva Braun, con la que acababa de casarse. El destino de sus restos fue durante décadas un misterio. Con la Perestroika se supo que los soviéticos se habían llevado una parte de la mandíbula en una caja de puros, que se destruyeron en los setenta por orden de Leonidas Breznev. El lugar donde fueron quemados Hitler y Braun es hoy un parking cerca del antiguo muro. Solo un cartel recuerda que allí fue incinerado un asesino de masas.

La exhumación de Francisco Franco del Valle de los Caídos “pone fin a una afrenta moral” que España arrastraba desde 1975, “el enaltecimiento de la figura de un dictador en un espacio público”. Su ejecutor, Pedro Sánchez, el tercer presidente socialista desde la restauración de la democracia, ha remarcado que la decisión de acabar con el mausoleo a uno de los grandes dictadores del siglo XX ha contado con el respaldo de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. “Hoy España cumple consigo misma”, ha sentenciado el secretario general del PSOE, que ha recalcado: “La España actual es fruto del perdón, pero no puede ser producto del olvido”. Transcurridos 80 años de la Guerra Civil, la democracia española ha tenido que darse 41 años para asentarse y poner fin a la excepcionalidad del trato reservado a Franco. Con su entierro en el panteón familiar en El Pardo-Mingorrubio, propiedad del Estado, “se da un paso más en la reconciliación” de la sociedad española y los odios heredados de abuelos y padres. “Nos costó mucho tiempo deshacernos de un régimen represor. Y casi nos ha llevado el mismo tiempo apartar los restos de su artífice del homenaje público”, ha reconocido Sánchez en una declaración institucional en el Palacio de La Moncloa pasadas las tres de la tarde del 24-O. El presidente ha dejado una hora y media más tarde un ramo con 13 rosas rojas en la tapia del cementerio de La Almudena, bajo las placas que recuerdan el fusilamiento de las jóvenes socialistas en agosto de 1939, ya finalizada la Guerra Civil, por el régimen franquista.

Sánchez ha destacado cómo “el mausoleo” del Valle de los Caídos “era más que un anacronismo y una anomalía: un agravio a la democracia española”. “Ponerle fin era un deber para las generaciones que no crecimos bajo el trauma de la Guerra Civil y el franquismo. Hoy rendimos un tributo a todas las generaciones pasadas. Y con el pensamiento puesto en las generaciones futuras proclamamos que la enseña de la democracia y la convivencia ondeará siempre en nuestra patria”, ha afirmado Sánchez. La intención del Gobierno fue exhumar a Franco “de inmediato” tras el éxito de la moción de censura en junio de 2018 contra el presidente conservador del Partido Popular, Mariano Rajoy. Los recursos de la familia del dictador aplazaron año y medio los planes de Sánchez. “Concluye así un largo proceso, que ha contado con el pronunciamiento de los tres poderes del Estado. Fue el poder legislativo, sin un solo voto en contra en el Parlamento, el que instó al Gobierno a poner fin a una anomalía en una democracia europea: la exaltación de la figura de un dictador en un mausoleo construido durante la dictadura, por la dictadura y a mayor gloria de la dictadura. Fue el poder ejecutivo el que impulsó los actos necesarios para materializar esta exhumación. Y ha sido finalmente el poder judicial el que, con el pronunciamiento del Tribunal Supremo, ha respaldado un procedimiento dotado de las máximas garantías. Así funciona un Estado democrático de derecho”, ha reivindicado Sánchez.

“La España actual es fruto del perdón, pero no puede ser producto del olvido”, ha expresado Sánchez en tono solemne, recordando a los españoles que combatieron al fascismo en la Segunda Guerra Mundial, se vieron forzados al exilio tras la Guerra Civil y fueron “abandonados a su suerte” en campos de exterminio nazis, donde el régimen franquista dio su visto bueno a que fueran considerados apátridas. Pero el presidente ha hecho hincapié sobre todo en la construcción del Valle de los Caídos, levantado “con el sacrificio de miles de presos políticos” de la dictadura del ‘Caudillo’. Allí fueron conducidos los restos mortales de casi 34.000 españoles represaliados tras la Guerra Civil.  Más de un tercio de ellos permanecen aún hoy sin identificar. Muchos de ellos, ha subrayado Sánchez, reposan en ‘Cuelgamuros’ después de que sus cuerpos fueran trasladados sin consentimiento o en el más absoluto desconocimiento de sus familias. “Es una infamia que más pronto que tarde deberá también ser reparada; como habrá de serlo igualmente el que aún hoy existan miles de fosas dispersas por toda nuestra geografía. Es una aberración intolerable que debemos afrontar con decisión. Por justicia y dignidad. Pero, sobre todo, por pura humanidad. La España de hoy tiene una deuda con esas familias”, ha remarcado Sánchez.

En unos días, cuando el Valle vuelva a abrir sus puertas, quienes accedan se encontrarán con un lugar distinto. Porque desde hoy quienes yacen son ya todos víctimas y solo víctimas. Cuando el Valle vuelva a abrir sus puertas simbolizará algo distinto: el recuerdo de un dolor que no debe volver a repetirse jamás y un homenaje a todas las víctimas del odio. La manera en que arrancó su discurso el actual presidente del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), favorito candidato en las elecciones generales del próximo 10 de noviembre –“En el día de hoy…”- fue la misma con que Franco inició su último parte en la Guerra Civil. Lo siguiente fueron cuatro décadas de una de las dictaduras más crueles y longevas del siglo XX en la Unión Europea y el mundo.

Hay féretros que los carga el diablo y muertos enterrados personalmente por él. Eso cuando no se encarga de todo la familia Franco: de cargar el féretro y enterrarlo en otro lugar, lejos del monumento construido por el dictador para su propia gloria. De la basílica de Valle de los Caídos, con una pompa y un silencio impropios, retransmitido en directo, salieron los primeros Francisco ‘Francis’ Franco y Luis Alfonso de Borbón sosteniendo el ataúd, los dos como perfecta descripción del nacionalcatolicismo: páginas de Sucesos y páginas de Sociedad, como si a Franco lo sacasen entre El Caso y el Hola. No hubo escandaloso tropezón, ni debilitamientos repentinos, ni inoportuna torpeza; como si el Estado, con su mirar para otro lado respecto al origen de sus fortunas y sus generosas dádivas, hubiera fortalecido a los Franco para que, llegado el día, pudiesen sacar ligeros al dictador. De algo valió. Y no es mala profesión, en caso de querer una, la de portadores de dictadores muertos. Casi parece el nombre de una banda de rock.

Cuando los restos mortales de Franco salían del Valle por el aire, en tierra sus restos vivientes eran disputados por las cámaras de televisión. Unas treinta personas, en su momento más álgido, deambulaban entre el aturdimiento y el jolgorio con pancartas ultras, fotos denunciando checas de la Guerra Civil, carteles envenenados (“PP y Cs: escuchad a vuestros votantes”) y mensajes desconcertantes (“Estado Dictatorial”, decía una). “¡Señora, pero que está diciendo! ¡Señora! ¡Señora!”, gritaba una mujer llamada Pilar Gutiérrez Vallejo, hija de un ministro franquista, líder de facto del grupo de ultraderechistas que subió al Valle. Algunos periodistas, alarmados por los gritos, movieron la cabeza buscando a la destinataria de los reproches, pero no encontraron nada. Simplemente Pilar Gutiérrez estaba en una conexión televisiva enzarzándose con otra persona que escuchaba a través de los auriculares. Ella fue la que alrededor de las nueve de la mañana colgó una pancarta que ponía ‘Franco Vive’, tapó la mitad dejando Vive cuando la Guardia Civil fue a poner orden, y finalmente anduvieron ella y los suyos con la pancarta, extendiéndola frente a la puerta de Valle, como Perico por su casa.

A unos metros de “la mujer más franquista de España” se encontraba una familia que sacó una imagen de la Virgen María y se puso a rezar pasando las cuentas de un rosario blanco; si se les preguntaba algo, sonreían beatíficamente. El disparate era absoluto. Ya se había producido un accidente de circulación (un Volkswagen escarabajo empotró a un Lancia por ir mirando su conductor el espectáculo a las puertas del Valle); pasó la rama ‘rosa’ de los Franco (los Martínez Bordiú, básicamente) en una furgoneta cargada de lazos rojigualdas y ramos de flores formando la bandera de España; a una señora moqueando al pie de la carretera un agente le pidió que se fuese a otro lado; un hombre de paisano y con gorro militar ponía himnos castrenses a todo volumen en su coche y curiosos desperdigados que llegaron de todas partes (uno de ellos de Ciudad Real con su familia tras tocar diana a las cinco de la mañana) decían, literalmente, que “les da igual” lo que se hiciese con Franco. Ocho grados en Cuelgamuros, en medio de la nada, un jueves de finales de octubre.

De alguna manera, sobrealimentados por los periodistas, eran unos 200 o más  allí, aquello degeneró en un grupo de animosos hinchas dispuestos a hacer el ridículo de manera inofensiva, lejos de las instituciones a las que ha llegado esa herencia con una estrategia mucho menos folclórica. Antes de eso, a las ocho y media de la mañana, José Luis Rodríguez Zapatero, expresidente izquierdista por el PSOE, y Santiago Abascal, líder de la nueva extrema derecha de Vox, hablaban al mismo tiempo en dos emisoras. El ejercicio de sincronización era casi perfecto. “Felicito al Gobierno por esta decisión y esta ejecución de una tarea difícil”, decía Zapatero a Ángels Barceló en Hoy por hoy. “Esto es parte de un proceso destinado a derrocar a Felipe VI y destruir la cruz del Valle de los Caídos, símbolo de nuestra identidad cristiana”, le decía Abascal a Íñigo Alfonso en Las mañanas de RNE. La puerta de la finca que está frente al Valle es Jaral de la Mira, donde un cartel fuera advierte que hay “ganado bravo”, justo el lugar elegido por los franquistas para manifestarse antes de cruzar la carretera hasta el Valle (les obligó la Guardia Civil porque la gente -los periodistas- empezaban a invadir la calzada). Toros bravos y vacas descansaban de mañana en un enorme prado, ajenos a la que se estaba liando fuera. La presencia de una vaca pretendida por dos astados provocó una riña entre ellos; se pegaron las testuces y se mantuvieron así, empujándose, un buen rato, mientras toros y franquistas miraban para ellos. “Poco a poco la cosa se fue relajando. Los móviles anunciaron a tres manifestantes que presenciaban el espectáculo, grabándolo, que el cuerpo de Franco estaba ya fuera de la basílica…”, explicaba el periodista Manuel Jabois para el programa especial en directo, de EL PAÍS.

Días atrás estaban dispuestos a discutir sobre la exhumación de Franco cuando llegó el maître con la carta de vinos y entre estos líderes de opinión se estableció una educada polémica sobre añadas y reservas, de modo que dejaron a ‘Patxi’, de momento en su tumba y unos eligieron un blanco seco, otros, un tinto de crianza. Con el toque exquisito del vino en el paladar alguien dijo que lo difícil no era sacar a Franco del Valle de los Caídos, sino del subconsciente de los españoles, su tumba más hermética. Luego, los comensales se enzarzaron acerca del destino que había que dar a ese siniestro panteón y a su desmesurada cruz. Entonces se acercó el camarero a la mesa con la comanda, los comensales dejaron cada uno de lado su opinión y decidieron compartir de primero una ensalada tradicional de lechuga, cebolla y tomate de Gernika, Vizcaya, para seguir con una merluza en salsa verde con kokotxas y espárragos de Calahorra, La Rioja, y un queso de Idiazábal, Gipuzkoa y membrillo de Marcilla, Navarra. Mientras saboreaban fue consensuada una posible salida. Después de sacar los despojos del dictador habría que hacerlo con todos los restos mortales de las víctimas de uno y otro bando, para entregarlos con el máximo respeto a sus familias, y a continuación abrir de par en par las puertas de la basílica para dejarla en poder de la naturaleza, de forma que primero entraran grandes bocanadas de aire puro cargado con el aroma de todas las plantas silvestres de la sierra, el espliego, el romero, el tomillo y la jara, y, una vez purificada, dejar que el tiempo a medias con la botánica la convirtieran en una gruta impenetrable llena de hiedra, helechos, zarzas, raíces y malvas, donde los esotéricos de noche pudieran extraer macabras psicofonías. En aquel almuerzo todos realizaban un esfuerzo para no estropear una buena digestión. Por eso, con Franco ya a buen recaudo, nadie osó manchar el blanco mantel con el problema de Cataluña. Todos convinieron en que para abordar tan grave cuestión había que pedir un buen chuletón de más de un kilogramo por comensal, acompañados de pimientos del piquillo asados a la brasa… Good Bye Franco!, es la consigna de Luis García Berlanga y su inseparable amigo Juan Antonio Bardem, que nos envían desde la eternidad. Los dos son considerados los renovadores del cine español de posguerra.

Esta columna no pudiera acabarse sin un chiste de Franco. Uno de ellos, es un tanto profético. En los  últimos días del Generalísimo se cuenta que le estaban enseñando modelos para la losa de su sepultura.- Esta, en granito, 30.000 pesetas. Esta, en mármol de Carrara, 100.000… Pero el hospitalizado respondía: “No, no, algo más baratito. Total, no voy a pasar mucho tiempo dentro”. Al poco de su fallecimiento el libro ‘Al tercer año resucitó’ fue un éxito de ventas… La ‘historia-ficción’, como la definió su autor Fernando Vizcaíno Casas, juega con la idea de la contemplación que de la sociedad española posfranquista, y de los líderes políticos como Adolfo Suárez, Felipe González, Manuel Fraga Iribarne, Santigo Carrillo, Dolores Ibarruri ‘La Pasionaria’, y Juan Carlos I ‘El Traidor’, tendría un Franco resucitado. De ahí en más se convirtió en un auténtico superventas con más de cuatro millones de ejemplares vendidos. La sátira política, la nostalgia, la ironía, el humor corrosivo, las caricaturas apenas disimuladas o explícitas de políticos y otros personajes camaleónicos y acomodaticios del momento, y la visión crítica de los años posteriores al final del franquismo caracterizan buena parte de su narrativa. Muchas de sus obras son testimonio de su nostalgia por personajes, lugares, ámbitos sociales y costumbres desaparecidas en España. Admirador del pensamiento de José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange Española, también realizó una defensa explícita del franquismo, en particular en ‘¡Viva Franco! (con perdón)’ (1980). Una de sus principales preocupaciones era transmitir su visión de dicho período, del cual afirmaba que sentó las bases para el posterior despegue económico y social español. Vizcaíno Casas sostenía que esa etapa no era transmitida con justicia e imparcialidad a las nuevas generaciones. “No se os puede dejar solos”, carcajeaba Francisco Franco Bahamonde, nacido en El Ferroll, Galicia, en 1892; fallecido en 1975; ‘resucitado’ en 1978 -coincidiendo con la aprobación de la Constitución Democrática Española-; y exhumado y vuelto a enterrar en 2019.

@BestiarioCancun

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