SANTIAGO J. SANTAMARÍA GURTUBAY EL BESTIARIO

Conciertos en la ‘guerra’ de Venezuela

Desde @NicolasMaduro llegaba a Twitter un mensaje a las redes sociales, en la víspera del 23-F: “A mí me derrocan Paul McCartney y The Rolling Stones, no con Alejandro Sanz, Juanes y Maná”…

SANTIAGO J. SANTAMARÍA GURTUBAY

Tirios y troyanos es un tópico literario que se refiere a dos enemigos o adversarios irreconciliables. Los tambores de guerra retumban en las aguas del Caribe. Columnistas avezados en confundir sus deseos con la realidad no dudan en anunciar una inminente intervención militar de los Estados Unidos en Venezuela para asentar en el poder a su ‘presidente encargado’, Juan Guaidó, derrocando al ‘presidente constitucional’ Nicolás Maduro’. Me sorprende que Nicolás y Juan iniciaran su ‘guerra’ con un duelo de conciertos organizados a ambos lados del Puente Internacional de Tienditas en la frontera entre Colombia y Venezuela. A las afueras de la ciudad de Cúcuta, en territorio colombiano, se lleva a cabo el Venezuela Aid Live, un recital organizado por dos empresarios para recaudar dinero que se destinará a ayudar a la población venezolana. En el otro extremo del puente, en San Antonio del Táchira, se desarrollará el Hands off Venezuela -Manos fuera de Venezuela, en español-, un evento organizado por Maduro como contrapartida al anterior.

“Este es un concierto humanitario. Cada persona en el mundo quiere libertad y elecciones justas y Venezuela no debería ser diferente”, ha dicho Richard Branson, el empresario británico que convocó el Venezuela Aid Live, al llegar este viernes a Cúcuta. El concierto, organizado solo en tres semanas por el fundador del Grupo Virgin junto a Bruno Ocampo, un empresario colombiano crítico con Maduro, ha sido auspiciado por las autoridades colombianas, en vísperas del día señalado para el ingreso de ayuda humanitaria estadounidense en el país de Simón Bolívar y Hugo Chávez. Es el 23-F en Venezuela, en una fecha similar conmemorativa del golpe de estado fallido que diera en España, el teniente coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero, en 1981. Maluma, Luis Fonsi, Alejandro Sanz, Maná, Miguel Bosé, Carlos Vives, José Luis El Puma Rodríguez y Carlos Baute son los artistas mecenas del interino Guaidó. Desde @NicolasMaduro llegaba a Twitter un mensaje a las redes sociales, en la víspera del concierto ‘antichavista’: “A mí me derroca Paul McCartney y The Rolling Stones, no con Alejandro Sanz, Juanes y Maná”. Este tuit pudiera tener una autoría cubana de algún ‘jodedor’ de la Habana Vieja, según algunas especulaciones terrenales, otras más espirituales no descartan que fuera el mismísimo Comandante Hugo Rafael Chávez Frías quien enviara el tuit grabado en uno de los meteoritos que impactaron en Viñales, en la provincia cubana de Pinar del Río, y en el sur del estado venezolano de Carabobo, días atrás. “La ‘guerra’ de conciertos por Venezuela se desata antes de la llegada de la ayuda”, titulaba EL PAÍS, cuando escribía esta columna para nuestro periódico de Quintana  Roo, QUEQUI.

Todas estas pinceladas pudieran ser, perfectamente, de un guión ‘bélico’ del director valenciano de cine, Luis García Berlanga, quien fue capaz de rodar el largometraje ‘La vaquilla’ en 1985, en plena ‘Transición Democrática’ en España. Nos ofrecía una visión de la Guerra Civil Española mediante una comedia protagonizada por un grupo de soldados republicanos infiltrados en zona sublevada. En una trinchera situada en el mismo Frente de Aragón, los altavoces del banco ‘encargado’ anuncian las fiestas religiosas de un pueblo próximo, donde se celebrará una corrida de toros. Los jefes militares republicanos encargados del sector deciden infiltrar un grupo de sus hombres en territorio enemigo para raptar a la vaquilla que será utilizada en la fiesta taurina, en un intento simultáneo por conseguir comida y terminar con la fiesta de los sublevados con el general Francisco Franco.

Los soldados republicanos encargados de la misión, dirigidos por el brigada Castro (Alfredo Landa) y el teniente Broseta (José Sacristán) forman un grupo variopinto y cómico, alejados del estereotipo bélico; sus adversarios del bando sublevado aparecen también en toda su simpleza como aburridos de las trincheras, destruyendo en ambos casos el mito heroico pintado por las respectivas propagandas, como en la escena inicial donde el brigada republicano Castro se reúne con un suboficial de los sublevados para entregarle papel de liar a cambio de tabaco para fumar: en este caso la escasez de medios para sustentar el hábito de fumar lanza a soldados de ambos bandos a un clandestino trueque visto con una mirada cómica donde la pompa militar queda de lado, consumida por los deseos más ingenuos y primarios. El equipo de soldados infiltrados queda completado por el soldado Mariano (Guillermo Montesinos), nativo del pueblo a atacar, por el soldado Limeño (Santiago Ramos), quien dice ser un ex-torero, y por el soldado Cura (Carles Velat) apodado así por haber sido seminarista católico antes de ser reclutado. El grupo queda disfrazado con ropas del bando sublevado gracias a un sastre homosexual agregado a la tropa, apodado Piporra (Francisco Valdivia) a quien Castro detesta. Se muestra también el poco aprecio de Castro hacia el teniente Broseta, quien ha sido peluquero antes de la guerra y presuntamente ascendido a oficial por influencias políticas.

La cinta abandona los tópicos sobre el heroísmo guerrero de los bandos en pugna, mientras muestra el ángulo más absurdo de la guerra en clave de comedia, presentando las enemistades brutales e ilógicas que la guerra genera entre individuos agobiados por idénticos problemas y dilemas. Ejemplo de ello es la escena donde los soldados republicanos, agobiados por el calor, se lanzan desnudos a un estanque rural, solo para hallarse allí con soldados franquistas que también se arrojan al mismo estanque para nadar: el hecho que todos juntos confraternicen al estar sólo vestidos con ropa interior o directamente desnudos hacen al brigada Castro meditar sobre el frío absurdo de la contienda, concluyendo que apenas un uniforme y unas insignias hacen la diferencia final entre ambos grupos de hombres.

EE UU delira con otro ‘presidente encargado’ en Cuba, “el objetivo no es Caracas sino La Habana”, los ‘castristas’ rechazaron un ‘Trump Tower’. El primer mandatario estadounidense, Donald Trump, no olvida ni perdona a los ‘revolucionarios’ que no le dejaran construir un hotel en la capital de la isla en los convulsos años 90 del pasado siglo, apostando por el hotelero español, Gabriel Escarrer Juliá. El caprichoso y vengativo inquilino de la Casa Blanca ha reunido en su Despacho Oval y ‘resucitado’ a viejos halcones de la Guerra Fría junto a congresistas y políticos cubanoamericanos como Marco Rubio y Mauricio Claver-Carone, delegándoles la responsabilidad de implementar en la región su lema de “Hacer América grande otra vez”. En tiempos de la Perestroika, la desaparición de la Unión Soviética y la primera Ley de Inversión Extranjera edité en Cuba tres revistas, ‘Mar Caribe’ (turismo y medio ambiente), ‘Récord (deporte) y ‘Habanera’ (cultura), tras firmar una de las primeras empresas mixtas con el Gobierno de la Isla. Durante más de una década viví el ‘Período Especial’, la salida de los balseros de 1994 hacia Miami, la misa oficiada por el papa Juan Pablo II en la Plaza de La Revolución con los iconos del Sagrada Corazón de Jesús y el comandante Ernesto Che Guevara y el ‘boom’ del turismo en el Gran Caimán del Caribe… El Comandante, Fidel Castro Ruz, y Gabriel Escarrer Juliá, empresario multimillonario, fundador y presidente de Meliá Hotels International pactaron las bases para la construcción de miles de cuartos en complejos hoteleros distribuidos en la Habana, Varadero, Santiago de Cuba, los Cayos…

En aquellos tiempos otro rico norteamericano, promotor inmobiliario en Nueva York, en Manhattan, intentó, en vano, el cerrar un acuerdo con los ‘barbudos revolucionarios verdeolivos’ para tener un hotel en la capital cubana. Sus asesores no entendieron las consignas de la primera Ley de Inversiones: “No queremos capital especulativo, nos interesan aportaciones de nuevas tecnologías, y llegada de turistas internacionales. Además, antes de que construya en la capital o en Varadero, tendría que hacerlo en otros lugares del país, donde queremos que las inversiones turísticas sirvan para mejorar las condiciones de vida de la población”. Hay quien justifica todavía, en estos tiempos perturbadores en nuestra América, a Donald Trump. “Nunca perdonará a los ‘comunistas’ el desaire sufrido. Desairar es ignorar lo que hace o dice una persona, derivándose de ello un desprecio o humillación para esta…”, me comentaba Luis un viejo amigo del Boulevard San Rafael en la frontera entre La Habana Vieja y Centro Habana. En los primeros días de este mes de febrero visité y recorrí las calles de la capital cubana de los mil y un negocios privados de los ‘cuentapropistas’…

‘Cubanos go home’ es el titular de una columna de Joaquín Villalobos quien fuera guerrillero salvadoreño y hoy consultor para la resolución de conflictos internacionales. Integra la portada del periódico español EL PAÍS estos días. Toda una muestra de la histeria que se vive en una región conformada por el mar Caribe, sus islas y las costas que rodean a este mar y que se localiza al sureste de América del Norte, al este de América Central y al norte de América del Sur. La histeria es una enfermedad nerviosa que se caracteriza por frecuentes cambios psíquicos y alteraciones emocionales que pueden ir acompañados de convulsiones, parálisis y sofocaciones. Estado de intensa excitación nerviosa, provocado por una circunstancia o una situación anómala, en el que se producen reacciones exageradas y que hace que la persona que lo padece muestre sus actitudes afectivas llorando o gritando. Sigmund Freud estudió también la histeria. “Es imposible prever si puede o no haber una intervención militar en Venezuela. Lo correcto no es enfrentar a Donald Trump sino exigir que Cuba saque sus manos de Venezuela”, termina exhausto el ex guerrillero. Sigmund Freud, hoy, estudiaría también la histeria de Joaquín. Convulsiones, parálisis y sofocaciones caribeñas. ¿Por quién doblan las campanas y retumban los bafles en el Caribe? Los escritores Nobel en Literatura, el norteamericano Ernest Hemingway y el colombiano Gabriel García Márquez, y sus amigos los Comandantes, el venezolano Hugo Rafael Chávez Frías y el cubano Fidel Castro Ruz, carcajean desde el más allá… Surrealismo mágico en Washington, Bogotá, Caracas y La Habana. ‘Cubanos go home’.

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