La Ley de la Selva
Por Bernardo del Monte
Soy forestal, y además crecí en el bosque, más árbol que hombre dicen algunos. A los compañeros árboles los conocí muy bien: son fieles, fuertes, tienen carácter y, aunque no lo creas, hablan.
Por mucho tiempo no sabía explicarle a nadie como me hablaban estos árboles. Los percibía comunicándose, y me ayudaban en mis decisiones diarias. No me sentía solo estando con ellos, con su presencia siempre encontraba mi norte.
Desde hace algunos años varios científicos en todo el mundo comenzaron estudiando su lenguaje. Identificaron algunas de sus palabras, las variaciones de sus idiomas, sus necesidades y algunas de sus intenciones. Por primera vez puedo mencionar que los árboles hablan sin que aquel que me escuche mire raro diciendo ¿de qué estás hablando tú? Sobre todo, puedo analizar sus mensajes e interpretarlos mejor. Entre mis compañeros forestales a pocos encuentro que sepan explicar a qué se debe este fenómeno.
En estos tiempos de destrucción de la selva las conversaciones entre árboles tienen implicaciones para los hombres. Me parece sano escuchar lo que nos dicen. No han habido los consejeros que logren enseñarnos a convivir con ellos, a cuidar nuestros árboles y ambientes, y sospecho que tanto tú como yo andamos descontentos y hasta desesperados con lo que pasa.
¿Porqué no hemos sabido frenar la devastación? Me atrevo decir que nos ha faltado escuchar a los más afectados.
Conocemos el dicho, «el bosque es más que la suma de sus árboles» ¿Por qué será que en el bosque el uno más uno no iguala dos? Todos lo sabemos, entrando al bosque nos damos cuenta de la existencia de una realidad diferente.
La explicación, sin embargo, no es nada complicado. Los árboles hablan de lo que no pueden hacer solos, comunican sus experiencias y logros. Son como nosotros y cooperan. Su cooperación comienza expresando cómo les va y qué hacen, y resulta en acciones concertadas, apoyandose el uno al otro. Nos hablan de una ley del bosque que dice uno para todos, y todos para uno.
El bosque es una sociedad tal como las que formamos nosotros ¿De qué hablamos para organizarnos? De los peligros y pérdidas que ocurren, de los obstáculos y retos, y de las oportunidades que se nos dan. Podemos imaginarnos a los árboles haciendo lo mismo, en un idioma todavía difícil de entender gritan cuando a alguno de ellos lo ataca la motosierra o cuando un bicho comienza a devorar sus hojas. Se recomiendan uno al otro cómo protegerse, y hasta cierto grado lo logran. Han aprendido convivir con los conejos, insectos, jabalíes, con hongos agresivos y con el fuego. Hasta ahí se ha podido investigar, asegurando que se trata del resultado de una estrategia de comunicación y cooperación.
No sé si por falta de interés o por mayor dificultad, los investigadores no se han dedicado a investigar las conversaciones de amor y de felicidad en la selva. Estoy seguro que existen, porque hemos visto que algunos árboles protegen a otros, se cuidan y se apoyan mutuamente donde se necesitan. Por el momento basta con saber que hablan y veremos si algo se puede aprender del hecho. Sospecho que la consciencia, guiando el proceso, tiene que ver con relaciones de amor, y me atrevo sacar algunas conclusiones más de lo aprendido.
Primero, hagámonos un poco más humildes, veamos y escuchemos lo qué pasa en nuestros alrededores para entender más de lo que nos rodea. Antes de conversarlo el primer paso es siempre mirar, observar, oír atentamente.
Segundo, conviviendo con bosques y selvas me di cuenta que la mayor parte de ellos no se ve. Pero comunicándose nos abren otros sentidos de percepción. Se ha demostrado que el bosque cuenta con un internet propio, una red que han estado usando desde hace millones de años. Bajo la tierra, en el suelo, existen cantidades infinitas de tubitos formados por hongos que conectan los árboles a kilómetros de distancia. Por medio de ellos se transmiten sus palabras con códigos que no entendemos en todo detalle todavía, los podemos constatar midiéndolos. Algunos científicos han marcado el término WOOD WIDE WEB para demostrar la similitud entre esta red y la que usamos en nuestras computadoras.
Tercero, donde hablan hay reglas, donde comunican hay resultados. La selva es una comunidad activamente formada por sus integrantes. En esta comunidad, los fuertes apoyan a los jóvenes y a los débiles. Se encontraron muestras de grupos de árboles apoyando a otros moribundos, ya sin capacidad para alimentarse. La selva por todo lo que hoy sabemos, es una sociedad muy sana, amenazada sólo por nosotros.
Se decía que en la selva el más fuerte y más abusado siempre ganaba a los demás. Pero, por lo visto, la famosa «ley de la selva» es una ley humana. Sin embargo, ya se ve que el hombre no gana.
Estaré explorando, en el transcurso de las semanas del año, si algo podemos aprender nosotros, los humanos, para la mejor organización de nuestras propias vidas. Vivimos una crisis ecológica, moral y económica que bien merece tratar de ver las cosas de manera diferente.