La cuesta de enero Por German Gallegos Cruz

Atento recado a los compradores compulsivos.

 

Compañero, ¿no tendrás una «lanita» que me prestes? Fíjate que no le medí bien el agua a los «camotes» y me endeudé a lo pendejo. Me llegó el recibo de la luz más caro que nunca, se terminó el tanque de gas de la estufa de mi vieja, y me encuentro con la desagradable sorpresa que ahora está más caro el pinche gas. Pero eso no es todo. Nos gastamos hasta el dinero del ahorro de los niños. No tengo de donde echar mano para comprar aunque sea lo básico. El mes de enero siempre ha sido muy pesado, pero creo que ahora me sobrepasé. Pinches «ofertas» engañosas me llevaron literalmente a la quiebra.

Así de angustiante pinta enero para quienes creen que los regalos de fin de año son de vital importancia. No se puede dar lo que no se tiene, me dijo muchas veces mi padrino. A regañadientes, pero acepté la sugerencia. Me da mucho coraje que el sabelotodo, me restregué en la cara la «mamona» frase de: Te lo dije. Pero como dicen los que han vivido mucho, (nadie escarmienta en cabeza ajena) A fuerzas quieren vivir la angustiosa experiencia. Bueno, este escenario, a guisa de preámbulo, sirva para palpar en carne viva la tribulación de una escasez provocada. Quien nos dijo que la cantidad de regalos son proporcionales a los afectos que pretendidos? Hay mucha gente que en la era del civismo y la honradez, nos advirtieron que era mejor regalar afectos que comprarlo.

Cada fin de año de escenifica una especie de concurso en el tema de los regalos. La gente se siente muy «chingona» cuando sale de la tienda departamental de moda, con una cantidad de regalos cuidadosamente envueltos, y con la marca visible de la tienda porque esa tienda,  «Es parte de mi vida»…Cuanto vacío hay en estos corazones, que ahora hacen mayoría. Quieren regalar y quieren que los vean comprar en esa tienda de moda. Se forma el tumulto de las compras masivas. Se fortalece la satisfacción cuando se encuentran a personas que imaginariamente compiten con ellos, (para mostrar el músculo financiero). Coño, como no lucir la capacidad de compra, aunque sea a crédito. Se trata de presumir lo que meses después hay que pagar con angustia. Pues como dice el dicho, no hay plazo que no se cumpla. Ya pasó la algarabía de Santa Claus, del año nuevo y, la economía está en quiebra. Y eso que faltan meses para empezar a abonar a la tarjeta de crédito, por los fabulosos 6, 12 y 18 meses «sin intereses»…Bueno pues, la situación es por demás muy difícil. La incertidumbre de un año plagado de eventos sociales y politicos, nada bueno nos anuncia. La guadaña pende sobre nuestras nucas. Con toda seguridad habrá aumento en los precios de productos y servicios que nos vende el gobierno. Como cada día son más demandantes de dinero, no dudemos que aumentaran el precio al impuesto predial, de los permisos de construcción, de licencias de funcionamiento y el racimo de trámites burocráticos que hacen un ambiente de desesperación y ansiedad de los contribuyentes.

Esta observación va para los gobiernos municipales. Los estatales andan buscando donde encajar el colmillo, pues es tan grande el dispendio, que no les alcanza para seguir en la juerga del poder. El gobierno federal y su brazo ejecutor llamado SAT, andan buscando como desvalijar a los cautivos paga impuestos, pues están muy urgidos de flujo en efectivo, pues no hay como disminuir lujos y privilegio de la alta burocracia, además, estamos en un año electoral y hay que comprar conciencia a quienes tienen muy poca, para hacer ganar a como dé lugar al candidato que les garantice la eterna borrachera del poder.. Entonces, esta combinación de gastos irracionales, con la «perritura» gubernamental, nos ofrece un escenario nada esperanzador. Ya empiezan a desfilar en las casas de empeño. Otros se hacen los simpáticos y doloridos con los parientes políticos, suegros o suegras, que por lo regular siempre tienen ahorritos para sacar del apuro, al yerno baquetón, que finge amor por la familia. Qué necesidad de llegar hasta estos límites, si se despojaran de la «paja» que  guardan en el corazón. Que vacío luce un ser humano que quiere darse nivel, regalando lo que no tiene. Eso es vivir del cuento. Eso a la larga genera problemas mayores, cuando te enteras que por más regalos hagas, menos te quieren. Creo que la autenticidad debe dar mejor resultados.

Qué caso tiene que te desprendas de algo que no es tuyo? Es egocentrismo puro el resorte que impulsa a lo absurdo del regalo calculado. Ahora a ver a quien le vas a llorar, sino tienes que empeñar, ni suegros ricos a quien «vacunar» Dice el viejo sabio de mi padrino: El que debe, pierde su libertad. Si tengo, compro un regalito simbólico, si estoy «bruja» regalo un abrazo y palabras de aliento, nada más. Por eso, la cuesta de enero, empezó a hacer estragos en los ilusos “ricos” de pacotilla.

No hay comentarios