DON CAFETO.. Por GermÁn Gallegos Cruz
José Antonio Meade y el continuismo
Atento recado a los precandidatos.
A mitad del tramo sexenal del presidente Peña Nieto se dieron cuenta que el desprestigio del partido en el poder les reducía el margen de maniobra para operar el relevo presidencial con cuadros de «la casa». Los actos de corrupción de la clase gobernante, sobre todo los emanados del PRI, desvanecían las esperanzas de los cuadros macizos del arranque. El seguro Osorio Chong, el probable Aurelio Nuño y el imposible José Narro Robles, se quedarían en el camino. ¿Qué manos podrían lavar el rostro sucio del estigmatizado partido? Cuando el presidente Enrique Peña Nieto se vio suspendido en el vacío, maniobró con buen cálculo político y mandó al «impoluto» José Antonio Meade a bañarse de pueblo en la Secretaría de Desarrollo Social. La sentencia contra los tres originales aspirantes, ya era un hecho: Ninguno de ellos será el candidato -decidió el presidente-. Como todos los seres humanos, somos proclives a contarnos historias, Osorio Chong se contó una: En más de una ocasión se vio «presidente» de la República, pero nadie más que él sabe cuánto cuesta un acto de rebeldía. Por tal razón tuvo que acallar sus inquietudes. En este México aspirante a una lejana democracia, todo mundo tiene armado un expediente, por si las dudas. No hay derecho a disentir en casos «delicados». Hoy se trata del relevo presidencial y del continuismo de la política peñanietista. Hoy se trata de consolidar las reformas estructurales para poner a remate el saldo del patrimonio de los mexicanos. ¿Quién garantiza dar «cristiana» sepultura a la gesta heroica del pueblo de México y del cardenismo de 1938 con la expropiación petrolera? ¿Quién puede echar por tierra el decreto del presidente López Mateos, cuando el 27 de septiembre de 1960 nacionalizó la industria eléctrica?, por supuesto que José Antonio Meade. Sólo él puede garantizar que aquel esfuerzo patriótico quede sólo como un referente histórico para las generaciones del siglo que viene. Hoy se frotan las manos los usufructuarios del poder. Se adivina una cargada en tropel de los eternos privilegiados y de la masa amorfa del populacho, que aún no conoce el nombre del «difunto», pero que sigue a la carroza hasta el mismísimo cementerio. Los cómplices de esta puesta en escena, por supuesto que son la mayoría de los medios de comunicación. Esos que cobran el «chayote» en dólares y cifras de seis ceros pa’rriba. Esos medios que están prestos a echarle «tierrita» a la llaga putrefacta de la corrupción, para olvidar las tropelías de Javier Duarte, César Duarte, Roberto Borge, Fidel Herrera, Eugenio Hernández, Tomás Yarrington, Rodrigo Medina, los hermanos Moreira, de Coahuila, los líderes sindicales priistas, como Carlos Romero Deschamps, etc. En menos que canta un gallo, con distractores eficaces, en un rato más y durante la campaña política, estos «angelitos» quedarán en el olvido momentáneamente. Que nadie recuerde los «gasolinazos», los pasados y los subsecuentes, que la gente crea que José Antonio Meade bajará los precios de la electricidad y el gas doméstico, como prometió el presidente Peña Nieto. Ahora nos anunciarán el cúmulo de virtudes del candidato priista. Le dirán a la gente que nada tuvo que ver con el terrorismo fiscal que padecen los comerciantes medianos y pequeños. Cuántas cosas le dirán al pueblo de México para «renovar» la esperanza extraviada. Seguramente utilizará un libreto concertado, de desmarque con el presidente Peña Nieto referente al fracaso en materia de seguridad pública. Será el portador de la fórmula mágica para «acabar» con la delincuencia organizada. Qué tantas cosas lanzarán al aire los medios informativos para entronizar en el altar de la patria al nuevo «salvador» de México. Prepárense para oír hasta el hartazgo, reiterados elogios al ungido. La cruda realidad se adivina. Si logran imponer «at chalecum» al candidato priista, nada cambiará. Seguiremos en la secular costumbre de la vergonzosa «pepena» de lo que nos quieran compartir de sus ricas viandas los señores del poder. El continuismo de la política peñanietista se ve a simple vista.
LÓPEZ OBRADOR CONTRA GOLIAT
Sólo el pueblo puede salvar al pueblo. Eso dice Andrés Manuel López Obrador. Todo mundo sabe que enfrentar al brutal poder de la «nomenclatura» no es un día de campo. Ellos que deciden sobre vidas y haciendas, y sin contrapeso alguno, lucharán a muerte por conservar los privilegios. La lucha de López Obrador por cortar de tajo el cáncer de la corrupción, es empresa difícil, mas no imposible. Más de la mitad de los mexicanos están hasta la madre de los abusos del poder gubernamental. Sólo hace falta manifestar esa inconformidad en las urnas en el próximo proceso electoral. Así se podrá evitar el anunciado fraude. Se necesitan muchos votos para atajar la probable consigna que tiene el INE de no dejar llegar a López Obrador. Así que, a pesar de tener casi todo en contra, la participación masiva de la gente puede conjurar ese tercer fraude. PD. El primero y peor de todos los fraudes, es engañarse a sí mismo. Philip James Bailey.