‘Amo mi ciudad y espero más cambios’

Cancún.- Cuenta Rosario González Gómez que cuando cursaba la secundaria en el único plantel que había en Cancún, su padre de nombre Francisco le pedía a los policías que si la veían en la calle durante el horario escolar, que por favor la llevaran a su casa para castigarla como correspondía. A punto de cumplir 46 años, esta otra ciudad tiene esos recuerdos que hoy en día serían imposibles de llevar a cabo.

Pionera de segunda generación, esta licenciada en Administración de Empresas llegó a los nueve años y jamás ha pensado en hacer sus maletas e irse, pese a que acepta que le molesta la nula actuación de las diversas autoridades para mejorar un espacio, que comenzó a cambiar luego del huracán “Gilberto” en 1989 y se tornó peligroso e inseguro para sus habitantes.

Madre y abuela, esta nativa de Valladolid, Yucatán, llegaba con su padre en un camión para transportar materiales de construcción de vacaciones con todo y sus ocho hermanos, las abuelas, tías y ollas de comida para pasar el fin de semana en la playa, en la que se podían distinguir las huellas de animales como tigrillos.

“En la escuela “Alfredo V. Bonfil sólo había dos salones de clase “, relata.

Como su progenitor era muy disciplinado, Rosario se dedicaba en las tardes a ayudar en la tienda familiar llamada como su mamá: La Lupita, que lo mismo vendía bloks que abarrotes y material de limpieza caseros. En esos tiempos no se hablaba de asaltos ni de violencia.

Y así pasaron los años en que se casó y fue mamá. Acudía al mercado 23 de compras y dejaba su auto con los cristales bajados sin preocuparse de algún posible hurto. Durante el huracán “Gilberto”, vivía en la Supermanzana 63 y dejó la puerta abierta de su casa, porque a muchos vecinos que habitaban en casas de madera o lamina, sus viviendas se vinieron abajo por la fuerza del viento. “Todos estaban en la sala esperando que terminara”, añade.

Poco a poco, la gente trabajadora y profesionista que había hecho de Cancún un lugar sin clases sociales en el que todos se conocían y convivían, tuvieron que emigrar por distintas razones y fueron sustituidos por personas con escasa educación académica, quienes se encargaron de modificar el orden social.

“Amo a Cancún y estoy trabajando por un cambio. Me siento impotente al ver que la gente que nos gobierna no trabaja para mejorar el entorno social. Estoy estudiando derecho a mis 52 años y colaboro con lo que puedo. Creo que podría haber un movimiento ciudadano para despertar de este letargo”, pronosticó.

Por Javier Chumacero

Comments

comments

No hay comentarios